lunes, 7 de diciembre de 2009

Hombres-dioses

Para Patrick Harpur ha habido tiranos monstruosos en sociedades no-cristianas, y propone que todos ellos son producto de ese monoteísmo cuya inversión conduce a la monomanía. Incluso en culturas politeístas, como la antigua Roma, los Hombres-dioses (Calígula, Nerón) seleccionaron a un solo dios del panteón (Zeus, Apolo) con el que identificarse.
Recuerdo la visión de Calígula de Albert Camus, y sobre todo, la sensación de vacío, de pura nada, de soledad en la que lo describe, en un rapto de locura frente a su imagen reflejada en un espejo:
"¡Calígula! Tú también, también tú eres culpable. ¡Entonces, ¿no es verdad?, un poco más, un poco menos! ¿Pero quién se atrevería a condenarme en este mundo sin juez, donde nadie es inocente? (Con acento de angustia, apretándose contra el espejo). Ya lo ves, Helicón no ha venido. No tendré la luna. Pero qué amargo es tener razón y deber llevarla a su consumación. Porque me da miedo la consumación. ¡Ruido de armas! Es la inocencia, que prepara su triunfo. ¿Por qué no estaré en su lugar! Tengo miedo. Qué asco, después de haber despreciado a los demás, sentir la misma cobardía en el alma. Pero no importa. Tampoco el miedo dura. Voy al encuentro de ese gran vacío dónde el corazón se sosiega. (Retrocede un poco, vuelve hacia el espejo. Parece más tranquilo. Reanuda el discurso, pero en voz más baja y concentrada). ¡Todo parece tan complicado! Sin embargo, ¡todo es tan sencillo! Si yo hubiera conseguido la luna, si bastara el amor, todo habría cambiado. ¿Pero dónde saciar esta sed? ¿Qué corazón, qué dios tendrían para mí la profundidad de un lago? (De rodillas y llorando). Nada hay, en este mundo ni en el otro, hecho a mi medida. Sin embargo sé, y tú también lo sabes (tiende las manos hacia el espejo llorando), que bastaría que lo imposible exista. ¡Lo imposible! Lo he buscado en los límites del mundo, en los confines de mí mismo, he tendido mis manos (gritando), tiendo mis manos y eres tú lo que encuentro, siempre tú frente a mí, y estoy lleno de odio hacia ti. No he tomado el camino verdadero, no llego a nada. Mi libertad no es la buena. ¡Helicón! ¡Helicón! ¡Nada! Nada todavía. ¡Ah, cómo pesa esta noche! Helicón no vendrá; ¡seremos culpables para siempre! Esta noche pesa tanto como el dolor humano".
[Patrick Harpur, El fuego secreto de los filósofos, Girona, Atalanta, 2006, págs. 405-406; Albert Camus, Calígula, Madrid, Alianza Editorial, 1994, pág. 111].

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