lunes, 23 de julio de 2018

LA MUERTE DE DIOS EN TECHNICOLOR


"Las religiones seculares se disipan en beneficio del arrebatamiento de la precariedad. Aún creemos en las causas, pero desde la relajación, sin ir hasta el final. ¿Acaso las personas están dispuestas todavía a morir en gran número por sus ideas? Siempre dispuestos al cambio, la constancia se ha convertido en una cosa antigua. Cada vez vivimos menos en función de los sistemas de ideas dominantes, atrapados como el resto en el orden de lo «ligero»; no es que las finalidades superiores hayan desaparecido, es que han dejado de ser dominantes. Ciertamente son capaces aquí y allá de movilizar a las masas, pero circunstancialmente y de manera imprevisible, como llamaradas pasajeras que pronto se extinguen, reemplazadas por la larga búsqueda de la felicidad privada. La tendencia principal se produce en los «planos» rectificables y perecederos; lo temporal prevalece sobre la fidelidad, la concesión superficial sobre la movilización creyente. Nos hemos embarcado en un interminable proceso de desacralización y de insustancialización de la razón que define el reino de la moda plena. Así mueren los dioses: no en la desmoralización nihilista de Occidente y en la angustia de la vacuidad de los valores, sino en las sacudidas de la razón. No en el ensombrecimiento europeo, sino en la euforia de las ideas y las acciones fugaces. No en el desencanto pasivo, sino en la hiperanimación y el doping temporal. No hay que llorar la «muerte de Dios», su entierro transcurre en technicolor y a cámara rápida: lejos de engendrar la voluntad de la nada, extrema la voluntad y la excitación de lo Nuevo". 
[Véase, Gilles Lipovetsky, El imperio de lo efímero. La moda y su destino en las sociedades modernas, Barcelona, Anagrama, 1990, 5ª ed., 1996, pág. 274].