Roland Barthes compara la odisea homérica con la Vuelta Ciclista a Francia, dice:
"La Vuelta, pues, dispone de una verdadera geografía homérica. Como en la Odisea, aquí la carrera es a la vez periplo de pruebas y exploración total de los límites terrestres. Ulises había alcanzado varias veces las puertas de la Tierra. También la Vuelta roza en varios puntos el mundo inhumano: sobre el Ventoux, se nos dice, uno ya ha dejado el planeta Tierra y se acerca a astros desconocidos. Por su geografía, la Vuelta constituye un inventario enciclopédico de los espacios humanos y si adoptáramos un esquema viquiano de la historia, la Vuelta representaría ese instante ambiguo en que el hombre personifica fuertemente la naturaleza para captarla mejor y librarse de ella más fácilmente.
Por cierto que la adhesión del corredor a esa naturaleza antropomórfica sólo puede llevarse a cabo a través de vías semirreales. La Vuelta practica comúnmente una energética de los espíritus. La fuerza que dispone el corredor para enfrentar a la tierra-hombre puede cobrar dos aspectos: la forma, estado más que ímpetu, equilibrio privilegiado entre la calidad de los músculos, la agudeza de la inteligencia y la voluntad del carácter, y el jump, verdadero influjo eléctrico que sacude a ciertos corredores amados por los dioses y les hace llevar a cabo proezas sobrehumanas. El jump implica un orden sobrenatural en el cual el hombre triunfa a condición de que un dios lo ayude. El jump es lo que la madre de Brankart fue a pedir para su hijo a la Santa Virgen, en la catedral de Chartres; y Charly Gaul, beneficiario prestigioso de la gracia, es precisamente el especialista del jump. Charly Gaul recibe su electricidad en una relación intermitente con los dioses; a veces los dioses lo habitan y él maravilla; a veces los dioses lo abandonan, el jump se ha agotado. Charly ya no puede hacer nada bueno".
[Roland Barthes, Mitologías, Madrid, Siglo XXI, 1999, 12ª ed., pág. 69].