sábado, 17 de octubre de 2009

ATENEA Y ODISEO....



Se ha estudiado detenidamente la relación entre Atenea y Ulises en Odisea, la diosa y el héroe se complacen en los virtuosismos del engaño, y se mienten mutuamente en alegre competencia por la mejor falsía. Comercian y regatean como comerciantes y procuran estafarse lo que pueden con verdadera maestría y voluntad de latrocinio. Homero sabe que entre un hombre y una mujer puede haber intereses intelectuales tanto como sentimentales, con lo que vaticina que la mujer es astuta en ardid y que es mejor no contarla todo, para así no ser víctima del juego femenino. La sexualidad y belleza femenina pueden actuar como objeto de deseo del macho hacia ellas, aunque también funciona lo contrario, y el hombre puede caer bajo dicho influjo. Mucho podíamos hablar de esta asunto, tan abundante en toda la literatura universal y tan generalizado como la distinción entre los sexos. Y ahora el ejemplo, Atenea se burla amablemente de Ulises y le dice:
"Así dijo y sonrió la diosa de ojos brillantes, Atenea, y lo acarició con su mano. Tomó entonces el aspecto de una mujer hermosa y grande, conocedora de labores brillantes, y le habló y dijo aladas palabras:
Astuto sería y trapacero el que te aventaja en toda clase de engaños, por más que fuera un dios el que tuvieras delante. Desdichado, astuto, que no te hartas de mentir, ¿es que ni siquiera en tu propia tierra vas a poner fin a los engaños y las palabras mentirosas que te son tan queridas? Vamos, no hablemos ya más, pues los dos conocemos la astucia: tú eres el mejor de los mortales todos en el consejo y con la palabra, y yo tengo fama entre los dioses por mi previsión y mis astucias. Pero ¡aún no has conocido a Palas Atenea, la hija de Zeus, la que te asiste y protege en todos tus trabajos, la que te ha hecho querido a todos los feacios! De nuevo he venido a ti para que juntos tramemos un plan para ocultar cuantas riquezas te donaron los ilustres feacios al volver a casa por mi decisión, y para decirte cuantas penas estás destinado a soportar en tu bien edificada morada. Tú has de aguantar por fuerza y no decir a hombre ni mujer, a nadie, que has llegado después de vagar; soporta en silencio numerosos dolores aguantando las violencias de los hombres".
[Homero, Odisea, José Luis Calvo (ed.), Madrid, Cátedra, 11ª ed., 2000, págs. 240-241; George Steiner, Lenguaje y silencio, Sevilla, Gedisa, 2ª ed., 2006, págs. 208-209].