viernes, 28 de diciembre de 2018

POEMAS DE LA LOCURA




LA SATISFACCIÓN

Cuando ya más allá de todo un hombre
contempla y entiende el curso de la vida
ser feliz logra; mas aquel que ante los peligros tiembla
es como un hombre que por vientos y tempestades fuera dominado.
Mejor es conocer la belleza,
Sublime creación de la vida.
Cuando de lo más hondo de los afanes nace el gozo
y cuantos bienes hoy pueden desearse.
El árbol que verdea, las cumbres del ramaje
las flores que rodean la corteza del tronco,
Naturaleza divina son y vida
al inclinarse sobre ellos los aires del cielo.

Mas cuando curiosos los hombres me preguntan
lo que aquello es, qué sentimiento aventurado
qué destino, qué cénit o qué premio
yo les contesto, ésa es la vida y ése el pensamiento.
A otros la Naturaleza de ordinario sosiega
pero a mí me insta ante la posibilidad de una vida gozosa
esa claridad ante la cual hasta los sabios se estremecen
ese gozo hermosísimo, cuando ya todo es alegría.
El rigor de los hombres, la victoria y los peligros
origen tienen en lo aprendido y en la seguridad
de que existe una meta; aquello que sobre todo es sublime
se reconoce en el ser y en los hermosos restos.
Ellos mismos son como elegidos
de ellos es lo nuevo, lo narrado
la verdad de los hechos no perece
y como las brillantes estrellas, una vida alegre y grande existe.
La vida es acción, y es audaz
alto su objetivo, su movimiento contenido
avanza, la bondad está hecha de virtud
y gran rigor, llena de la juventud más pura.
El arrepentimiento y el pasado en esta vida
son diferentes. Uno logra
gloria y paz y todo cuanto eleva
a las altas regiones otorgadas;
El otro es la congoja y los más amargos sufrimientos
en la muerte de esos hombres que con la vida bromeaban.
Y la imagen y el semblante cambian
en aquel que no amó ni el bien ni la belleza.
La evidencia de un cuerpo viviente, perdurar
en este tiempo, tal como los hombres ansían
querella fuese, pues éste del sentimiento nútrese
e inclinado aquel se siente por la creación y el esfuerzo.
 


[Véase, Friedrich Holderling, Poemas de la locura, Madrid, Visor, 1978, págs. 90-91].