

LA VIDA ES UN VIAJE CUYO CAMINO DESCONOCEMOS



El Mundo para el Bosco es una amalgama de seres que deambulan por él. En este cuadro podemos comprobar que lo representa plano, encapsulado en una bola de aíre. Dentro minúsculamente pinta paisajes y nubes que en él se encuentran. Por medio de la sencillez, por no decir ingenuidad con que lo describe, comprobamos que se le dío mucho mejor plasmar en el lienzo el contenido que el continente. Pero nos hace pensar en la idea que se tuvo en otro tiempo del Planeta Tierra, y en el paso tan grande que nosotros, por haber nacido en ésta época, tenemos. ¿Acaso la técnica nos ha hecho menos imaginativos? Creo que tiene mayor mérito el cuadro del Bosco, el imaginar y crear algo que nunca se ha visto tiene la fuerza primigenia del acto, incomparable y único. Lo otro, ya lo conocemos, en nuestra mente permanece intacto, tal como lo vemos, ¿es quizás la imaginación más fuerte que la realidad? O es que la realidad mata nuestra imaginación.....

“Allí coincidió con el Sueño, hermano de la Muerte. Asióle la mano y le dijo, llamándolo con todos sus nombres: «¡Sueño, soberano de todos los dioses y todas las gentes! Igual que una vez prestaste oídos a mi palabra, también ahora hazme caso; y yo sabré agradecértelo todos los días futuros. Por favor, adormece bajo sus cejas los relucientes ojos de Zeus en cuanto yo me tienda a su lado, unida a él en el amor»”, Homero, Ilíada, Madrid, Gredos, 2006, pág. 280. Véase Monserrat Jufresa Muñoz, “Morir de amor en la literatura griega” , Morir en femenino. Mujeres, ideología y prácticas funerarias desde la Prehistoria hasta la Edad Media, Universitat de Barcelona, 2003. págs. 141-176.
Voy a poner dos ejemplos significativos de Valle-Inclán sobre eros y thanatos sacados de sus Sonatas.
“¡Pobre Concha!.... Tan demacrada y tan pálida, tenía la noble resistencia de una diosa para el placer. Aquella noche la llama de la pasión nos envolvió mucho tiempo, ya moribunda, ya frenética, en su lengua dorada (...) Después alcé los ojos para mirarla. Ella cruzó sus manos pálidas y las contempló melancólica. ¡pobres manos delicadas, exangües, casi frágiles! Yo le dije:
- Tienes manos de Dolorosa.
Se sonrió:
- Tengo manos de muerta.
- Para mí eres más bella cuanto más pálida.
Pasó por sus ojos una claridad feliz:
- Sí, sí. Todavía te gusto mucho y te hago sentir.






