jueves, 27 de agosto de 2009

La Ilíada y Shakespeare

Shakespeare escribe un drama Troilo y Crésida (1601-1602), cuyo transfondo es la Ilíada de Homero. Aquí vemos la más complicada figura de Ulises que conocemos, para el crítico Harold Bloom: "El Ulises de Shakespeare, parodia de todos los políticos, ni miente ni dice la verdad sino que habla de las cosas del mundo, y esta es una de las cualidades pragmáticas que hace de Troilo y Crésida quizás la más compleja de las obras de Shakespeare". Personalmente también me parece un drama complicado, donde la figura principal no es el héroe semidios Aquiles, sino el más tardío hombre Ulises (Odiseo en griego), héroe de La Odisea. Ya hablaremos largo y tendido de esta obra, mucho más entretenida y contemporánea nuestra que la Ilíada.
Pero me llama la atención del drama de Shakespeare un monólogo de Crésida sobre el amor, que dice: "Las mujeres son ángeles en tanto que se les hace la corte; una vez conseguidas, las cosas pierden su precio. El alma del placer está en la persecución. La mujer amada no sabe nada si no sabe que los hombres estiman lo que no han conseguido en más de lo que vale. Aún está por nacer la mujer que ha encontrado tantas dulzuras en el amor triunfante como en el amor suplicante. De la experiencia del amor es de donde extraigo esta máxima: <<El que ha conseguido es un amo; el que no ha conseguido es un esclavo>>; así que, aun cuando mi corazón se sienta dichoso de otorgarle un fiel amor, mis ojos no lo darán a entender".
A mí, que personalmente me atrae la figura femenina como el conocimiento por excelencia, recuerdo lo que Octavio Paz decía de un poeta: "Para Rubén Darío, como para todos los grandes poetas, la mujer no es solamente un intrumento de conocimiento, sino el conocimiento mismo. El conocimiento que no poseeremos nunca, la suma de nuestra definitiva ignorancia: el misterio supremo". Con lo que afirmo que la figura femenina representada por Shakespeare es igual de universal que la que vemos hoy día en nuestro mundo. Hic et nunc.
[Harold Bloom, Genios, Barcelona, Anagrama, 2005, pág. 608; William Shakesperare, Obras Completas, Madrid, Aguilar, 2003, 2 vols. II, pág. 570; Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Enrico Marco Santí (ed.), Madrid, Cátedra, 8ª ed., 2002, pág. 204].

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