viernes, 18 de septiembre de 2015

MITO: Los demonios del hombre para Aldous Huxley




"En cuanto al hecho de escapar al espanto de sentirse persona aislada y sola, la mayoría de las personas eligen casi siempre un camino que no es el que va hacia arriba ni el que va hacia abajo, sino un camino llano.

Todos se identifican con alguna causa que supera en amplitud el ámbito de sus intereses inmediatos, pero que no es degradantemente inferior y, si resulta que es más elevada, sólo lo es en el rango de los valores sociales corrientes. En ese camino horizontal —o casi horizontal— la trascendencia puede darse en virtud de algo tan trivial como una manía o tan estimable como el amor matrimonial. Puede darse también por la identificación que uno hace de sí mismo con cualquier actividad humana, desde la dirección de un negocio hasta la investigación nuclear, desde la composición de una sinfonía hasta la busca y colección de sellos, desde las campañas de tipo político hasta la educación de los niños o el estudio de las costumbres matutinas de los pájaros. La autotrascendencia horizontal es de la mayor importancia. Sin ella no habría ni arte, ni ciencia, ni ley, ni filosofía y ni siquiera civilización. Y, ciertamente, tampoco habría guerra ni odium theologicum o ideologicum, ni intolerancia sistemática, ni persecución. Esos grandes bienes y esos enormes males son los frutos de la capacidad del hombre para la total y continua autoidentificación con una idea, un sentimiento, una causa. ¿Cómo podemos tener el bien sin el mal, cómo gozar de una elevada civilización, sin saturación de bombardeos y exterminación de herejes religiosos o políticos? La respuesta es que no podemos mantener el bien tan largo tiempo como nuestra autotrascendencia permanece en actitud horizontal. Cuando nos identificamos con una idea o con una causa es que nos hallamos de hecho en trance de adoración de algo de tipo doméstico, algo parcial y parroquial, algo que, no obstante su nobleza, tiene características excesivamente humanas. «El patriotismo», según la conclusión a que llega un gran patriota la víspera de su ejecución, decretada por los enemigos de su patria, «no es suficiente». Ni es socialismo, ni comunismo, ni capitalismo; ni tampoco es arte, ni ciencia, ni orden público, ni religión positiva, ni Iglesia. Todo esto es indispensable, pero ninguna de esas cosas es suficiente. La civilización exige del individuo una decidida autoidentificación con la más eminente de las causas de la naturaleza humana. Pero si esta autoidentificación con lo que es humano no va acompañada de un consciente y consistente esfuerzo para llevar a su culminación la autotrascendencia hacia lo alto en la vida universal del Espíritu, los bienes conseguidos aparecerán siempre mezclados con males que los contrapesen. «De la verdad misma hacen un ídolo escribió Pascal—, puesto que verdad sin caridad no es Dios, sino su imagen e ídolo, que nunca debemos amar ni adorar.» Y no deja de tener su razón el adorar a un ídolo; cosa en verdad inconveniente. La adoración de la verdad al margen de la caridad —autoidentificación con la ciencia que no va acompañada de una autoidentificación con el Fundamento de todo ser— se resuelve en esa particular situación en que ahora nos encontramos. Todo ídolo, exaltado como sea, deriva, a lo largo de su curso, haciéndose un Moloch hambriento de sacrificios humanos".


[Aldous Huxley, Los demonios de Loudun, Barcelona, Circulo de Lectores, 1973, págs. 167-168].





Hay que subir la colina de la esperanza, los seguidores de la escuela crítica de Frankfurt lo llamaron "la promesa de bondad".

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