El historiador y estudioso de mitología, Joseph Campbell dice que el ser humano contemporáneo es un ser siniestro, al haber renunciado el camino de la sabiduría y el sentido de la vida, [y como puerco se ponzoña en el lodo de las evasiones vacías de significado y pretendidamente llenas de sensaciones, cómo si necesitase sentir para parecer vivo]. Se ha roto el cordón umbilical de la ancestral sabiduría, y ya no se educa en lo que las civilizaciones anteriores siempre bebieron, sino en simple información desestucturada, sin génesis ni función; por lo que el conocimiento sufre las horas más bajas de la humanidad al encontrar en la cuantificación y no en la comprensión, su fin último.
Campbell sostiene acertadamente que los mitos provienen de la región mística de la experiencia esencial, y múltiples han sido los antropólogos que así lo han apuntado. Y si no, ¿cómo es posible que civilizaciones sin conexión tuvieran las mismas experiencias de las mismas esencias comunes? Los mitos no se inventan se experimentan.
El mito, como compendio de experiencias directas, necesita de la metáfora y del símbolo para transmitirse, y lo que enseña permite vivir plenamente a aquel que lo hace suyo, ya que explican el comportamiento de estructuras psíquicas compartidas por toda la humanidad. Los arquetipos convergen, e igualmente se dan en una catedral medieval, en un templo budista en una pirámide maya o en un zigurat sumerio, pero las ideas arquetípicas esenciales serán las mismas, aunque tengan diferentes significaciones, interpretaciones, racionalizaciones,costumbres, etc.
Para Jung, estas estructuras son los arquetipos del inconsciente colectivo, de lo que sobrepasa lo individual y nos comunica humanidad; y al mismo tiempo es la manifestación del instinto humano en sí mismo como especie, que como defiende Campbell, reside en nuestro cuerpo, en nuestro sistema nervioso, en nuestro cerebro.
[Véase, Joseph Campbell, Los mitos. Su impacto en el mundo actual, Barcelona, Kairós, 1994, pág. 243].
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