miércoles, 17 de junio de 2009

EROS Y THANATOS


La primera refencia sobre Eros la vida y Thanatos la muerte se encuentra en la Ilíada de Homero:

“Allí coincidió con el Sueño, hermano de la Muerte. Asióle la mano y le dijo, llamándolo con todos sus nombres: «¡Sueño, soberano de todos los dioses y todas las gentes! Igual que una vez prestaste oídos a mi palabra, también ahora hazme caso; y yo sabré agradecértelo todos los días futuros. Por favor, adormece bajo sus cejas los relucientes ojos de Zeus en cuanto yo me tienda a su lado, unida a él en el amor»”, Homero, Ilíada, Madrid, Gredos, 2006, pág. 280. Véase Monserrat Jufresa Muñoz, “Morir de amor en la literatura griega” , Morir en femenino. Mujeres, ideología y prácticas funerarias desde la Prehistoria hasta la Edad Media, Universitat de Barcelona, 2003. págs. 141-176.

Voy a poner dos ejemplos significativos de Valle-Inclán sobre eros y thanatos sacados de sus Sonatas.

“¡Pobre Concha!.... Tan demacrada y tan pálida, tenía la noble resistencia de una diosa para el placer. Aquella noche la llama de la pasión nos envolvió mucho tiempo, ya moribunda, ya frenética, en su lengua dorada (...) Después alcé los ojos para mirarla. Ella cruzó sus manos pálidas y las contempló melancólica. ¡pobres manos delicadas, exangües, casi frágiles! Yo le dije:

- Tienes manos de Dolorosa.

Se sonrió:

- Tengo manos de muerta.

- Para mí eres más bella cuanto más pálida.

Pasó por sus ojos una claridad feliz:

- Sí, sí. Todavía te gusto mucho y te hago sentir.

Rodeó mi cuello, y con una mano levantó los senos, rosas de nieve que consumía la fiebre. Yo entonces la enlacé con fuerza, y en medio del deseo, sentí como una mordedura el terror de verla morir. Al oírla suspirar, creí que agonizaba. La besé temblando como si fuese a comulgar su vida”, en R. Del Valle-Inclán, Sonata de otoño, Sonata de invierno, Leda Schiavo (ed.), Madrid, Espasa-Calpe, 15ª ed, 1990, pág. 67.
El segundo de la exótica y hermosa Niña Chole, que ya aparece en Femeninas:
“La campana seguía sonando lenta y triste. En el jardín susurraban los follajes, y la brisa, que hacía flamear el blanco y rizado mosquitero, nos traía aromas. Cesó el toque de agonía, y juzgando propicio el instante, besé a la Niña Chole. Ella parecía consentir, cuando de pronto, en medio del silencio, la campana dobló a muerto. La Niña Chole dio un grito y se estrechó a mi pecho: Palpitante de miedo, se refugiaba en mis brazos. Mis manos, distraídas y doctorales, comenzaron a desflorar sus senos. Ella, suspirando, entornó los ojos, y celebramos nuestras bodas con siete copiosos sacrificios que ofrecimos a los dioses como el triunfo de la vida”. R. Del Valle-Inclán, Sonata de Primavera. Sonata de Estío, Introducción de Pere Ginferrer, Madrid, Espasa-Calpe, 17ª ed, 1991, pág. 136.

George Bataille estudia estas dos pulsiones en El erotismo y escribe Historia del ojo que nos hace pensar:

“Cuando Simona y yo regresamos, se había ahorcado en el armario... Corté la cuerda, pero ella estaba muerta. La instalamos sobre la alfombra, Simona vio que tenía una erección y empezó a masturbarme. Me extendí también sobre la alfombra, pero era imposible no hacerlo. Simona era virgen y le hice el amor por vez primera, cerca del cadáver. Nos hizo mucho mal, pero estábamos contentos, justo porque nos hacía daño. Simona se levantó y miró el cadáver. Marcela se había vuelto totalmente una extraña, y en ese momento Simona también. Ya no amaba a ninguna de las dos, ni a Simona ni a Marcela, y si me hubieran dicho que era yo el que acababa de morir, no me hubiera extrañado, tan lejos me parecían esos acontecimientos”, en Historia del ojo (1928), México, Ediciones Coyoacán, 1995, 2ª ed.,pág. 44.

Bataille distingue entre la sexualidad inmediata y el erotismo, que nos destinaría al irreversible continuo vida-muerte, en que “la vida es siempre un producto de la descomposición de la vida”. La angustia y el vértigo habrían instaurado un universo de reglas como constitutivo de la posibilidad de lo humano. Esas reglas definen límites, tabú del incesto, tabú del asesinato, tabú de la necrofilia, que mediatiza a la mujer como objeto de deseo, objeto erótico, el objeto privilegiado del deseo. Para Georges Bataille si la unión de los dos amantes es el efecto de la pasión, apela a la muerte, es decir, lo que designa a la pasión es el halo de muerte. Posiciona la línea amorosa en el terreno de lo sagrado, en el cual lo erótico se conjuga en términos religiosos, como parte de la vida íntima del sujeto. Alude también Bataille a esta vinculación intrínseca del erotismo con la soledad, y por extensión con el secreto: “Parto esencialmente del principio según el cual el erotismo conduce a la soledad. De hecho, el erotismo es aquello de lo que es difícil hablar. Por razones que no son sólo convencionales, el erotismo se define por el secreto. No puede ser público".

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