Leonardo Da Vinci es el personaje más enigmático de toda la historia del arte y del pensamiento. Su vida aparece rodeada de misterio, y el paso del tiempo ha oscurecido los cuadros que de él se conservan, pues la mayoría quedaron destruidos o deteriorados en fechas muy tempranas, ya en vida de su autor.
Sus cuadros de temática femenina son los que más me atraen, pués si es enigmática la vida de su pintor, también lo es la de sus personajes. Ellas parecen delicadas, hermosas, pero de una belleza natural, de la gente corriente que le llamó la atención, o que acaso conoció.
Su pasión por las matemáticas le relacionó con el hombre que fue su mejor amigo durante la etapa milanesa: Luca Pacioli, un fraile franciscano de su misma edad, profesor de matemáticas en Pavía y Milán y amante de las artes. Pacioli, lejos de poseer las virtudes que adornaron al fundador de su orden, San Francisco; fue un hombre de mundo, ambicioso y sin escrúpulos a la hora de apropiarse de ideas ajenas. Vasari le acusa de haber robado las importantes investigaciones de Piero della Francesca, por entonces ciego, como si fuesen trabajos de su propia cosecha. En el prólogo de su libro De divina proportione (Sobre la divina proporción), Pacioli alaba a Leonardo. Éste dibujó los modelos para las ilustraciones, unos poliedros que, prescindiendo de su construcción geométrica, poseían el atractivo mágico-místico. Leonardo descubrió las proporciones del cuerpo humano y su mensurabilidad en términos matemáticos, e intentó establecer un canon con ayuda de un compás y una escuadra: "No hay estudio del hombre que pueda llamarse ciencia si no se basa en la demostración y argumentación matemática". Y también dice: "Que nadie se atreva a adentrarse en los fundamentos de mi obra si no es matemático". Para él esta palabra abarca la simetría inteligible y enseñable de todas las cosas: "La proporción no sólo se encuentra en cifras y medidas, sino también en los sonidos, en el paisaje, en la noción del tiempo, en el movimiento y, en general, en cualquier tipo de efecto". (Richard Friedenthal, Leonardo Da Vinci).
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