jueves, 3 de septiembre de 2009

Los clásicos y Tomás de Iriarte.

Fábula IV: Fácilmente se luce con citar y elogiar a los hombres grandes de la antiguedad; el mérito está en imitarlos.

La abeja y los zánganos.

A tratar un gravísimo negocio
Se juntaron los zánganos un día.
Cada cual varios medios discurría
Para disimular su inútil ocio;
Y por librarse de tan fea nota
A vista de los otros animales,
Aun el más perezoso y más idiota
Quería, bien o mal, hacer panales,
Más como el trabajar les era duro,
Y el enjambre inexperto
No estaba muy seguro
De rematar la empresa con acierto,
Intentaron salir de aquel apuro
Con acudir a una colmena vieja,
Y sacar el cadáver de una Abeja
Muy hábil en su tiempo y laboriosa;
Hacerla, con la pompa más honrosa,
Unas grandes exequias funerales,
Y susurrar elogios inmortales
De lo ingeniosa que era
En labrar dulce miel y blanca cera.
Con esto se alababan tan ufanos,
Que una Abeja les dijo por despique:
<<¿No trabajáis más que eso? Pues, hermanos,
Jamás equivaldría vuestro zumbido
A una gota de miel que yo fabrique>>.
¡Cuántos pasar por sabios han querido
Con citar a los muertos que lo han sido!
¡Y qué pomposamente que los citan!
Mas pregunto yo ahora: ¿los imitan?



[Fábulas Literarias de Tomás de Iriarte, Jaime Fitzmaurice-Kelly (ed.), Oxford, Universidad, 1917, pág. 4].

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