sábado, 9 de diciembre de 2017

Tiempo e Historia para Ulises



Como muy bien nos lo expresa el novelista Thomas Mann en La Montaña Mágica, el tiempo es el elemento de la narración al igual que lo es de la vida, en total consonancia con el pensamiento heideggeriano, el tiempo constituye el elemento esencial y primordial que articula la narración, la música y el proceso existencial mismo. La temporalidad es el escenario que acompaña y configura la existencia humana, pues sólo las deidades pueden permanecer en el ámbito de la intemporalidad, o en el tiempo eterno que es un no-tiempo. El ser humano tan solo puede, ser, existir, al hilo de ese tiempo tejido, medido y cortado por las tres Parcas (Clotho, la que teje el hilo de la vida correspondiente a cada ser humano, Lachesis la que lo mide y Átropos la que lo corta), pues en ausencia del mismo, pierde toda referencia precipitándose en el insondable abismo de la nada más absoluta. Por esta razón, cuando en la Odisea Ulises consulta al mago Tiresias que ya se encuentra en el Hades y ensalza la eternidad de su existencia: ¡dichoso, tú, Tiresias que vives en la eternidad! Éste le contesta: ¿Y de qué sirve la eternidad si de todas formas estás muerto? Se trata, ni más ni menos, de esa misma intemporalidad que en otro momento de la narración le ofrecerá la maga Calypso, prometiéndole una vida eternamente joven y placentera que Ulises rechazará para permanecer fiel a su propio destino: volver a su patria Ítaca donde le esperan su esposa Penélope y su hijo Telémaco. De haber aceptado la seductora oferta, Ulises habría muerto para el tiempo y la historia.  

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