"Hemos heredado de los griegos una tipología política que permite responder a la pregunta: ¿quién detenta el poder en la ciudad? Pero ya no se trata más de dar el poder al pueblo, a sus representantes, o a quien sea. Hoy, el problema político ya no es tomar el poder, sino acrecentar las potencias del pueblo, o de grupos humanos cualesquiera. El poder hace perder. Pasaríamos pues del ideal de la democracia (del griego démos pueblo, y kratein, dirigir, mandar) al de la demodinámica (del griego dunamis, fuerza, potencia). La demodinámica requiere una política molecular. Ella surge del ciclo de la escucha, de la expresión, de la evaluación, de la organización, de las conexiones transversales y de la visión emergente. Suscita la regulación en tiempo real, el aprendizaje cooperativo continuo, la valorización óptima de las cualidades humanas y la exaltación de las singularidades. La demodinámica no se refiere a un pueblo soberano, cosificado, fetichizado, enclavado en un territorio, identificado por la tierra o la sangre, sino a un pueblo en potencia, en perpetua vía de conocerse y de hacerse, por alumbramiento, un pueblo en devenir.
(...) ¿Quién es, pues, el Minotauro? ¿Es la bestia espantosa que devoraba a los jóvenes atenienses en el fondo de su oscuro antro? Esta versión del Minotauro es la de los griegos. Pero los griegos polémicos, hijos de Micenas y lectores de la Ilíada no podían comprender a Cnosos, el enigma de una civilización irénica. El Minotauro, el hombre toro, no es otra cosa que el acróbata minoico que ejecuta sobre el toro sagrado peligrosos saltos rituales. El Minotauro, el híbrido hombre-toro, surge en el centro del laberinto, pero se trata del patio central del palacio de Cnosos. Se presenta al aire libre, ligero, gracioso, en el lugar soleado de un ancho pozo de luz.
Los minoicos no fueron vencidos en la guerra. Su cultura se vino abajo luego de una serie de catástrofes naturales y dispersiones que la llevaron lejos de la isla. No se encontró ningún cadáver en los escombros del palacio incendiado. Los griegos se vinieron a implantar en Creta solo después de la decadencia de su civilización original. Teseo matando al Minotauro son los micénicos ocultando la civilización minoica, una civilización artista, técnica, pero sin armas y sin esclavitud. Los griegos polémicos ocultaron la Creta irenica. Bajo el conflicto, la paz. Los griegos escondieron a Minos, lo enterraron profundamente, en el lugar más bajo, ya que hicieron de él el juez de los infiernos. Y bajo el disfraz transparente de Zeus es efectivamente el Toro minoico quien porta a Europa.
El proyecto de la inteligencia colectiva presupone el abandono de la perspectiva del poder. Quiere abrir el vacío central, el pozo de claridad que permite el juego con la alteridad, la quimerización y la complejidad laberíntica. Ahora bien, el palacio de luz, laberinto blanco, huella arquitectónica de una alegría de vivir, de una belleza, de una ligereza soberana, se convierte, a los ojos de la polémica que solo se reconoce a ella misma en todas partes, en el laberinto negro, trampa mortal que abriga a un monstruo devorador de hombres. La leyenda del laberinto manifiesta la incapacidad de hallar la salida pacífica. Tanto en el lejano pasado cretense como en el horizonte del opaco
futuro planetario, la cultura de la potencia y de la paz parece indescifrable. La escritura Lineal B, la escritura de los micénicos en Creta, fue decodificada. Pero todavía no se ha encontrado la clave de la Lineal A, grafía de los minoicos antes de la conquista micénica. El enigma de la paz está aun sellado. Descifremos, pues, la lineal A o, más bien, inventemos la ideografía dinámica, la escritura del porvenir, la sobrelengua de los colectivos inteligentes. En lugar de ampliar las fortalezas del poder, refinemos la arquitectura del ciberespacio, el último laberinto. En cada circuito integrado, en cada chip electrónico se ve y no se sabe leer la cifra secreta, el emblema complicado de la inteligencia colectiva, mensaje irénico disperso al viento".
[Pierre Lévy, Inteligencia colectiva, por una antropología del ciberespacio, http://inteligenciacolectiva.bvsalud.org, págs. 56 y 142].
(...) ¿Quién es, pues, el Minotauro? ¿Es la bestia espantosa que devoraba a los jóvenes atenienses en el fondo de su oscuro antro? Esta versión del Minotauro es la de los griegos. Pero los griegos polémicos, hijos de Micenas y lectores de la Ilíada no podían comprender a Cnosos, el enigma de una civilización irénica. El Minotauro, el hombre toro, no es otra cosa que el acróbata minoico que ejecuta sobre el toro sagrado peligrosos saltos rituales. El Minotauro, el híbrido hombre-toro, surge en el centro del laberinto, pero se trata del patio central del palacio de Cnosos. Se presenta al aire libre, ligero, gracioso, en el lugar soleado de un ancho pozo de luz.
Los minoicos no fueron vencidos en la guerra. Su cultura se vino abajo luego de una serie de catástrofes naturales y dispersiones que la llevaron lejos de la isla. No se encontró ningún cadáver en los escombros del palacio incendiado. Los griegos se vinieron a implantar en Creta solo después de la decadencia de su civilización original. Teseo matando al Minotauro son los micénicos ocultando la civilización minoica, una civilización artista, técnica, pero sin armas y sin esclavitud. Los griegos polémicos ocultaron la Creta irenica. Bajo el conflicto, la paz. Los griegos escondieron a Minos, lo enterraron profundamente, en el lugar más bajo, ya que hicieron de él el juez de los infiernos. Y bajo el disfraz transparente de Zeus es efectivamente el Toro minoico quien porta a Europa.
El proyecto de la inteligencia colectiva presupone el abandono de la perspectiva del poder. Quiere abrir el vacío central, el pozo de claridad que permite el juego con la alteridad, la quimerización y la complejidad laberíntica. Ahora bien, el palacio de luz, laberinto blanco, huella arquitectónica de una alegría de vivir, de una belleza, de una ligereza soberana, se convierte, a los ojos de la polémica que solo se reconoce a ella misma en todas partes, en el laberinto negro, trampa mortal que abriga a un monstruo devorador de hombres. La leyenda del laberinto manifiesta la incapacidad de hallar la salida pacífica. Tanto en el lejano pasado cretense como en el horizonte del opaco
futuro planetario, la cultura de la potencia y de la paz parece indescifrable. La escritura Lineal B, la escritura de los micénicos en Creta, fue decodificada. Pero todavía no se ha encontrado la clave de la Lineal A, grafía de los minoicos antes de la conquista micénica. El enigma de la paz está aun sellado. Descifremos, pues, la lineal A o, más bien, inventemos la ideografía dinámica, la escritura del porvenir, la sobrelengua de los colectivos inteligentes. En lugar de ampliar las fortalezas del poder, refinemos la arquitectura del ciberespacio, el último laberinto. En cada circuito integrado, en cada chip electrónico se ve y no se sabe leer la cifra secreta, el emblema complicado de la inteligencia colectiva, mensaje irénico disperso al viento".
[Pierre Lévy, Inteligencia colectiva, por una antropología del ciberespacio, http://inteligenciacolectiva.bvsalud.org, págs. 56 y 142].
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