Virgilio le revela a Dante, que en el infierno son castigados Ulises y Diomedes:
"Allí dentro se tortura / a Ulises y Diomedes, y así juntos / en la venganza van como en la ira; / y dentro de su llama se lamenta / del caballo el ardid, que abrió la puerta / que fue gentil semilla a los romanos"...
Juntos en la venganza divina, dado que, pecando juntos, provocaron la ira de Dios en vida; y enumera los tres pecados por los cuales los dos se encuentran allí, es decir:
1.- El engaño del caballo de Troya, que provocando la caída de la ciudad hizo que de Troya saliese después Eneas, noble progenitor de los Romanos.
2.- El descubrimiento de Aquiles, que fue vestido de mujer por la madre Tetis y mandado a la corte de Licomedes para que no participase en la Guerra de Troya. Ulises y Diomedes, vestidos como mercaderes, usaron la astucia de mostrarle espadas, descubriéndolo entre las mujeres y obligándolo a partir hacia la guerra, abandonando a su amante Deidamía que murió de dolor, y que todavía muerta se lamente del amante infiel.
3.- El robo del Paladio (estatua de madera que representaba a Atenea) que protegía Troya.
Dante se muestra extremadamente ansioso con hablar con los dos, probablemente porque en todo el Medioevo había un gran misterio sobre cual había sido el final de Ulises (Dante no conocía la Odisea porque no sabía hablar el griego, si bien había leido algunos resúmenes mutados por escritores latinos) y llega a pedirle a Virgilio bien cinco veces en dos tercetos:
"Si adentro de aquella flámula pueden / hablar, dije yo, Maestro, mucho te ruego / y te suplico, así que el ruego valga mil, / que la ocasión de esperar no me niegues / a que la llama encornada hasta aquí se llegue; / ¡Mira cómo a ella me arroja el deseo!".
En este episodio Dante reproduce su situación respecto de los griegos y su literatura: siendo que su lengua (el griego) no era conocida en Italia ellos "hablaban" sólo a través de los autores latinos (Virgilio) que la habían traducido, sintetizado y citado en sus obras.
[Dante Aligheri, Divina Comedia, Madrid, Cátedra, 6ª ed., 2000, págs. 232-233].
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