viernes, 16 de abril de 2010

Selene y James Joyce

Uno de los pensamientos que más me gustan del Ulises de Joyce lo encontramos en el episodio XVII: Ítaca. Allí encontramos una afinidad entre la luna y la mujer que afirma:
"Su antiguedad en anteceder y sobrevivir a sucesivas generaciones telúricas; su predominio nocturno: su dependencia satélica: su reflejo luminar: su constancia en todas sus fases, cuando sale y cuando se pone a horas fijas, cuando crece y cuando mengua: la invariabilidad forzada de su aspecto: su respuesta indeterminada a la interrogación inafirmativa: su potencia sobre las aguas efluyentes y refluyentes: su poder para enamorar, para mortificar, para conferir belleza, para producir locura, para incitar y ayudar a delinquir: la tranquila inescrutabilidad de su semblante: la terribilidad de su aislada dominante implacable resplandeciente propincuidad: sus augurios de la tempestad y de la calma: el estímulo de su luz, de su moción y de su presencia: la admonición de sus cráteres, de sus mares áridos, de su silencio: su esplendor, cuando visible: su atracción, cuando invisible".
El cuadro representa "El sueño de Endimión" de Louis Girodet (1791).
[Véase James Joyce, Ulises, Madrid, Cátedra, 2ª ed., revisada de Francisco García Tortosa, 2001, pág. 806].

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