Dos de las éticas aritotélicas, la Ética Nicomáquea y la Ética Eudemia se soportan y sustentan gracias a planteamientos y citas homéricas. Un ejemplo encontramos al comienzo del Libro VII, cuanto a las virtudes éticas: continencia e incontinencia; dice Aristóteles:
"(...) hay tres clases de disposiciones morales que deben evitarse: el vicio, la incontinencia y la brutalidad. Los contrarios de dos de ellos son evidentes: al primero, lo llamamos virtud, y al otro, continencia; para el contrario de brutalidad, lo que mejor se adapta es decir que es una virtud sobrehumana, heroica y divina, como Homero hace decir a Príamo sobre Héctor en cuanto a que era excepcionalmente bueno y no parecía hijo de un hombre mortal, sino de un dios. De modo que si, como se dice, los hombres llegan a ser dioses a causa de una sobreabundancia de virtud, es claro que un tal modo de ser opondría al de brutal; pues, así como en un animal no puede haber ni vicio ni virtud, tampoco en un dios, sino que el modo de ser de un dios es más honorable que la virtud, mientras que el del animal es genéricamente diferente al vicio".
[Aristóteles, Ética Nicomáquea. Ética Eudemia, Madrid, Gredos, 1ª reimp. 1988, pág. 289].
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