jueves, 30 de julio de 2009

La genial locura de Rachmaninov



Uno de mis compositores favoritos es Sergei Rachmaninov (1873-1943) y uno de sus conciertos que más me gustan es el Concierto para piano y orquesta No. 2 en do menor, Op. 18.
Rachmaninov abandona Rusia después de la revolución bolchevique, trasladándose a EEUU hasta su muerte. Sus creaciones mucho más conservadoras representan un romanticismo tardío de enorme popularidad para los públicos de las salas de conciertos. Se convirtió en un símbolo de la vieja Rusia zarista obligada al destierro, y así sistemáticamente fue difundida su música con ese fin. Aunque sus mejores piezas las creara en Rusia.
Me recuerda al Dostoievski de Memorias del subsuelo:
"Dejadnos solos, sin libros, y al punto nos perderemos, nos embrollaremos, sin saber qué hacer ni qué pensar, sin saber lo que se debe amar ni lo que se debe aborrecer; igualmente ignorantes de lo que merece estima y de lo que sólo ha de inspirar desprecio. ¡Hasta los propios semejantes nos resultarían insufribles; nos avergonzaríamos del hombre verdadero, del que tiene carne y sangre; habríamos que considerar a ese prójimo como un deshonor. Nos empeñamos en ser un tipo de hombre corriente que nunca ha existido. Hemos nacido muertos, y hace mucho tiempo que nacemos de padres que ya no viven, y eso nos agrada cada vez más. Le tomamos el gusto. Dentro de poco querremos nacer de una idea. Pero basta ya con lo dicho".
Fiodor M. Dostoievski, Memorias del subsuelo, Barcelona, Barral Editores, 1978, pág. 160. [También interesante la traducción al ruso del por lo menos paradójico Rafael Cansinos Assens]
En el magnífico prólogo del siempre genial Georges Steiner, nos aclara:
"Lo que hay que destacar, es que Memorias del subsuelo resulta una brillante solución al problema que plantea la forma literaria de contenido filosófico. A diferencia de los cuentos filosóficos del siglo del Iluminismo o de las novelas de Goethe, en que la parte de especulación es tan deliberadamente exterior a la ficción, Memorias del subsuelo suelda lo abstracto con lo dramático; o, según la terminología de Aristóteles, fusiona el pensamiento con la intriga. Sobre este punto, ni el Zaratustra de Nietzsche ni las alegorías teológicas de Kierkegaard dan la impresión de tal logro. Con Schiller, a quien siempre ha mirado como a su modelo, Dostoievski ofrece un raro ejemplo de equilibrio creador entre los poderes poético y filosófico". (pág. 23).
Pues eso, intrigante me parece la genial locura de Rachmaninov, y pensar en las intuiciones profundas sobre la crueldad del hombre, y su tendencia, tanto como individuo como de horda, a extingir en sí mismo los últimos rescoldos de humanidad.

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