martes, 25 de agosto de 2015

MITO: La divina forma humana. William Blake

W. Blake, El sol en el pórtico de Oriente, hacia 1815.


Agrippa de Nettesheim (1486-1535), tuvo una concepción mágica del mundo que influyó en Durero; y se basaba en las doctrinas gnósticas de Hermes Trimegistro, traducidas por Marsilo Ficino. Proclamó que el hombre no sólo había sido creado a la imagen de Dios, sino que además, estaba dotado de su omnipotencia. Colocó pues al hombre en el centro de la creación: "El hombre tiene el privilegio de formar parte de todo (...). Participa de la materia en su propio sujeto; de los elementos en su cuádruple cuerpo; de las plantas por su fuerza vegetativa; de los animales por la vida sensible; del cielo por el espíritu etéreo (...), de los ángeles por la sabiduría; de Dios por la síntesis de todo (...), y como Dios todo lo sabe, el hombre es capaz de conocer lo que es suceptible de conocimiento..."
William Blake en su himno Jerusalén (1804-1820), completa esta descripción y dice: "Todos son hombres en la eternidad, los ríos, las montañas, las ciudades y los pueblos, y si tú entras en su interior, te vuelve cielo y tierra, al igual que tú albergas en tu interior el cielo y la tierra y todo lo que percibes; y aunque parece que está en el exterior, está en realidad en el interior, en tu imaginación, de la que este mundo mortal no es más que una sombra".

[Véase, Alexander Roob, Alquimia & Mística, Köln, Taschen, 2011, págs. 430 y 443].


El himno Jerusalén de Blake ha sido propuesto como himno nacional de Inglaterra. 

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