Al estudiar la Edad
Ateniense pasamos muy de prisa sobre cierto sujeto con quien nos
reconocemos en deuda. Hoy se considera que Zoilo el
filósofo y Zoilo el retor son una misma persona y a esta persona se
la sitúa en el siglo IV. Este envidioso universal se delata como cínico por su
mente, por su apariencia y su indumento. Helo, con su ridicula capa, su
alforja, su bastón de peregrino, su pelo al rape y sus barbas
crecidas, husmeando murmuraciones y coleccionando miserias. El muy
descarado se enfrenta con las figuras más venerabies, creyendo así
engrandecerse. Atacaba lo mismo a Platón que a Sócrates, y a cuantos
rebasaban la mediocridad, su diosa verdadera. Escribió hasta nueve
libros contra Homero, libros de que sólo quedan regüeldos, que no
trozos. Se creía el matador de Homero porque le contaba los lunares. Sus
reparos no sólo son extraliterarios, sino mezquinos. Las más veces,
afectan a la invención del poema, y el alejandrino Atenodoro, buen estoque, dio
cuenta con ellos, aunque de antemano los tenía refutados la noción misma de
la poesía. Otras veces, los reparos afectan a la gramática, y los
deshizo todos el alejandrino Aristarco, que entendía en estos trances. Que
los compañeros de Odiseo, dice Zoilo, no podían llorar después de
ser transformados por Circe en puercos; que Ideo no debió abandonar su
carro a la hora de escapar ¿A qué recoger sus boberías? Zoilo es uno de tantos despechados de nacimiento que abundan en la literatura, por
supuesto de escaleras abajo. Abuelo de Celui qui ne comprend pas, deja
numerosa descendencia. Es el precursor del "valbuenismo" y de otros
amargados. Los cadáveres que amontonan por ahí estos matones gozan de
buena salud. Homero parece que lo hubiera previsto y de antemano
sentenciado en aquella repugnante figura de Tersites, capaz de
impacientar al mismo Odiseo con su fealdad física y moral. Hoy se han
perdido ciertas viejas prácticas: se asegura que los atenienses, hartos de
Zoilo, lo precipitamos un día desde la roca de Escirón, camino de Megara. Si no
fue verdad, merecía serlo. [Véase Alfonso Reyes, La filosofía helenística].
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario