domingo, 19 de septiembre de 2010

La ausencia de Mito para Bataille.

El espíritu que determina este momento del tiempo necesariamente se consume -e íntegramente extendido desea esa consunción. El mito y la posibilidad del mito se deshacen: sólo subsiste un vacío inmenso, amado y miserable. La ausencia de mito quizás sea ese suelo, inmutable bajo mis pies, pero quizás en seguida ese suelo desaparezca.
La ausencia de Dios no es la clausura: es la apertura del infinito. La ausencia de Dios es más vasta, es más divina que Dios (ya no soy por ende Yo, sino una ausencia del Yo: esperaba ese escamoteo y ahora soy jovial sin medida).
En el vacío blanco e incongruente de la ausencia, viven inocentemente y se deshacen mitos que ya no son mitos, cuya misma duración revelaría su precariedad. Al menos la pálida transparencia de la posibilidad tiene un sentido perfecto: como los ríos en el mar, los mitos, perdurables o fugaces, se pierden en la ausencia de mito, que es su duelo y su verdad.
La decisiva ausencia de fe es la fe inquebrantable. El hecho de que un universo sin mito sea un universo en ruinas -reducido a la nada de las cosas- al privarnos de ello equipara la privación con la revelación del universo. Si al suprimir el universo mítico hemos perdido el universo, eso mismo une a la muerte del mito la acción de una pérdida reveladora. Y actualmente, porque un mito ha muerto o muere, vemos mejor a través de él que si viviera: es el despojamiento lo que perfecciona la transparencia, y es el sufrimiento lo que nos vuelve joviales.
"La noche es también un sol" y la ausencia de mito es también un mito: el más frío, el más puro, el único verdadero.
[Georges Bataille, La felicidad, el erotismo y la literatura, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 3ª ed., 2008, págs. 77-78].

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