viernes, 2 de julio de 2010

Zeus y Hera

"Entre tanto Hera se acercó rauda a lo alto del Gárgaro, cúspide del elevado Ida. La vio Zeus, que las nubes acumula, y, nada más verla, el amor le envolvió las sagaces mientes, como la primera vez que se habían unido en el amor, cuando ambos acudieron al lecho a escondidas de sus padres.
Se presentó ante ella, la llamó con todos sus nombres y dijo:
¡Hera! ¿A dónde vas, que tan aprisa bajas aquí del Olimpo? Hete aquí sin caballos ni carro en los que poder montar.
Con dolosa mente le dijo la augusta Hera:
Voy a los confines de la feraz tierra a ver a Océano, progenie de los dioses, y a la madre Tetis, que en sus moradas me criaron bien y me mimaron. A ellos voy a ver para poner fin a sus indecisas querellas. Pues ya hace mucho que están apartados el uno del otro sin lecho y sin amor, desde que ira les invadió el ánimo. Al pie del Ida, rico en manantiales, están parados los caballos que me llevarán por la condensada y húmeda superficie. Pero ahora por ti he llegado aquí de lo alto del Olimpo, temerosa de que luego te irrites conmigo, si en silencio me marcho a la morada de Océano, de profunda corriente.
En respuesta le dijo Zeus, que las nubes acumula:
¡Hera! Ya tendrás tiempo de partir allá más tarde. Ea, nosotros dos acostémonos y deleitémonos en el amor. Nunca hasta ahora tan intenso deseo de diosa o de mujer me ha inundado el ánimo en el pecho hasta subyugarme; ni cuando me enamoré de la esposa de Ixión, que dio a luz a Pirítoo, consejero comparable con los dioses; ni cuando de Dánae Acrisiona, la de bellos tobillos, que dio luz a Perseo, descollante entre todos los hombres; ni cuando de la hija de Fénice, cuya gloria llega lejos, que dio luz a Minos y a Radamantis, comparable a los dioses; ni tampoco cuando de Sémele, ni de Alemena de Tebas, que engendró a Hércules, de esforzadas entrañas; y Sémele dio luz a Dioniso, gozo para los mortales; ni cuando la soberana Deméter, de hermosas bucles; ni cuando de la eximia Leto, ni cuando de ti misma; tan enamorado estoy ahora de ti y tan dulce deseo me domina".
[Homero, Ilíada, Madrid, Gredos, 2006, págs. 282-283].

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