martes, 1 de junio de 2010

Complejo de Circe.


Para Julio Caro Baroja existe un complejo de Circe, como se trata de otros (como el de Edipo) y éste es de gran universalidad, dado que la vida amorosa del hombre se halla condicionada por él, al referirse a la acción de la mujer sobre el hombre enamorado, de encanto y hechizo. En el siglo XIX se empleaba más que hoy en día la palabra hechicera que encantadora. En todo caso, la noción de que la mujer tiene unos poderes de seducción que no sólo dependen de su propia belleza, pero que pueden ser complemento de ésta, ha dado lugar a muchas reflexiones, Para Julio Caro Baroja el relato homérico es desde el punto de vista psicológico más interesante que otros posteriores. Circe queda reflejada en la Odisea con caracteres divinos, rodeada de servidumbre femenina, y sobre todo bella. Ha convertido a muchos hombres a través de sus brevajes, en lobos y leones en lo exterior, aunque siguen siendo hombres, desde el punto de vista de los sentimientos. Circe transforma en puercos a los marinos de Ulises, salvo a uno: el más cauto. Pero parece que es su destino el que Ulises la domine, puede hacerlo pero bajo el consejo de uno de los dioses mayores, Hermes. Después hay una especie de pacto entre el astuto héroe y la hechicera convertida en su amante que devuelve la figura a sus compañeros y que viven como él plácidamente en la isla durante el invierno.
Plutarco en sus preceptos conyugales, dedica un pasaje a las mujeres que emplean filtros y encantos para tener dominados a sus maridos mediante el placer. Se convierten éstos en pobres imbéciles. Y añade que los hombres hechizados por Circe no le fueron de ningún uso, después de transformados en puercos o asnos. En cambio, tuvo extraordinario amor por Ulises, que demostró gran discreción y acumen en su compañía.
Con todo ésto explica Caro Barona que nunca la persona que defiende la integridad de la razón frente a la pasión amorosa (u otra) quedará dominada por el hechizo de una mujer, por muy experta que sea. ¿O no?
[Julio Caro Baroja, Ritos y mitos equívocos, Madrid, Istmo, 1995, págs. 224-225].

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