Para Friedrich Nietzsche los griegos no sabían ofrecer a sus dioses un condimento más agradable para su felicidad que las alegrías de la crueldad. Se pregunta ¿Con qué ojos creéis, pues, que hace Homero que sus dioses miren hacia los destinos de los hombres?. ¿Qué sentido último tuvieron, en el fondo, las guerras troyanas y otras atrocidades trágicas semejantes? Y responde que no hay menor duda, estaban concebidas como festividades para los dioses; y en la medida en que el poeta está en esto constituido más divinamente que los demás hombres, sin duda también como festivales para los poetas... Y añade: "De igual manera que los filósofos morales de Grecia pensaron más tarde que los ojos de los dioses continuaban contemplando la lucha moral, el heroísmo y el automartirio del virtuoso: el Hércules del deber estaba en un escenario, y lo sabía; la virtud sin testigos era algo completamente impensable para aquel pueblo de actores. Aquella invención de filósofos tan temeraria, tan funesta, hecha por vez primera entonces para Europa, la invención de la voluntad libre, de la absoluta espontaneidad del hombre en el bien y en el mal, ¿no tuvo que hacerse ante todo para conseguir el derecho a pensar que el interés de los dioses por el hombre, por la virtud humana, no podía agotarse jamás? En ese escenario de la tierra no debían faltar nunca cosas verdaderamente nuevas, tensiones, peripecias, catástrofes realmente inauditas: un mundo pensado de manera completamente determinista habría resultado adivinable para los dioses y, en consecuencia, también fastidioso al poco tiempo, -¡razón suficiente para que los amigos de los dioses, los filósofos, no impusieran a aquéllos tal mundo determinista! Toda la humanidad antigua está llena de delicadas consideraciones para con el espectador, dado que era aquél un mundo esencialmente público, esencialmente hecho para los ojos, incapaz de imaginarse la felicidad sin espectáculos y fiestas. -Y, como ya hemos dicho, ¡también en la gran pena hay muchos elementos festivos!...".
[Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, Madrid, Alianza Editorial, 16ª reimpresión, 1994, págs. 78-79, Cursivas del autor].
Nota: El cuadro es de Peter Paul Rubens (1577-1640) y se encuentra en el Museo del Prado, Madrid. Además de París, aparecen Hermes, Atenea, Afrodita y Hera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario