sábado, 13 de febrero de 2010

ULISES Y EL CÍCLOPE POLIFEMO

Tras la guerra de Troya y durante tres años narra Ulises las aventuras que vivió en la Odisea. Relata como llegaron a Tracia, donde estaban los Cicones, allí matan a todos los habitantes de la ciudad de Ismaro excepto al sacerdote de Apolo, Marón, que le obsequió en señal de agradecimiento con doce vasijas de vino dulce. La batalla con los Cicones había dejado 72 bajas entre los hombres de Ulises, parten y llegan al país de los Lotófagos, ahora bien, el loto es un fruto sin cuesco, de color de azafrán y del tamaño de una haba, que crece en racimos dulces y saludables, aunque tiene la propiedad de hacer que quienes lo comen pierdan por completo el recuerdo de su país; Ulises aunque sintió la tentación no lo probó. Luego llegó a una isla fértil y boscosa, habitada por innumerables cabras montesas, y mató a algunas para alimentarse. Resultó que era el país de los feroces y bárbaros Cíclopes, llamados así a causa de un gran ojo redondo que tenían en el centro de la frente. Habían olvidado el arte de la herrería que practicaban sus antepasados para Zeus y ahora eran pastores sin leyes, asambleas, naves, mercados ni conocimiento de la agricultura. Vivían hurañamente separados los unos de los otros, en cavernas escavadas en colinas rocosas; Ulises entra en una en la que colgaba una rama de laurel, sin saber que pertenecía a Polifemo, hijo gigante de Poseidón y la ninfa Toosa al que le encantaba comer carne humana. Los griegos encendiendo una gran fogata se acomodaron, y luego mataron y asaron varios cabritos que se hallaban encerrados al fondo de la caverna; se sirvieron también abundante queso que había en unos cestos colgados de las paredes, comiendo alegremente. Al anochecer llegó Polifemo a su cueva, introdujo a su rebaño y colocó una enorme roca cerrando la entrada, sin advertir a los no invitados huéspedes, se sentó a ordeñar a sus cabras y ovejas. Levantó la cabeza y vio a Ulises y a sus compañeros, y les preguntó furioso que hacían en su casa, Ulises dijo: "Amable mostruo, somos griegos que volvemos a nuestra patria después del saqueo de Troya. Te ruego que recuerdes tu deber con los dioses y nos trates amablemente". Como respuesta Polifemo cogió a dos marineros, les saltó los sesos sobre el suelo y se los comió crudos, gruñendo mientras lamía los huesos. Ulises pasó la noche ideando una manera de escapar del terrible mosntruo, ya que no podían mover la piedra de la entrada. Para desallunarse Polifemo rompió la crisma a otros dos marineros, saliendo después de la caverna con su rebaño pero sin olvidar poner la terrible losa. Ulises cogió una estaca de madera de olivo verde, y afiló y endureció su extremo. Por la noche volvió el cíclope y comió dos más de los doce marineros, y Ulises le ofreció cortesmente un cuenco lleno del vino fuerte que le había dado Maro, por fortuna tenía un odre lleno, Polifemo bebió ávidamente y pidió más, y condescendió a preguntar a Ulises su nombre: "Mi nombre es Oudeis -contestó Ulises- o así al menos me llaman todos, para abreviar. Ahora bien, Oudeis significa nadie". Te comeré el último le prometió el mostruo. Tan pronto como el cíclope cayó en un sueño profundo borracho, Ulises y sus compañeros calentaron la estaca y se la clavaron en el gran ojo del monstruo, el ojo silbaba y Polifemo lanzó un terrible gemido, que hizo que los cíclopes vecinos se acercaran rápidamente. Polifemo ciego gritaba que lo estaba y que nadie tenía la culpa, sus congéneres afirmaban que sería la fiebre y se fueron refunfuñando por el ruido. Polifemo retiró la roca de la entrada, mientras Ulises ató un carnero a la espalda de sus marineros, asiendo la lana con manos y pies, y al amanecer dejó Polifemo que su rebaño saliera palpando los lomos para que nadie estuviese subido a ellos. Así logró Ulises liberar a sus compañeros y llevar un rebaño de carneros a la nave, remando rápidamente Ulises se despidió con un grito irónico, Polifemo lanzó una gran roca y dijo: "Si alguien te pregunta quien te ha cegado, contéstale que no ha sido Oudeis, sino Odiseo de ítaca", El cíclope furioso suplicó a Poseidón: "Concédeme, Padre, que si mi enemigo vuelve otra vez a su casa, sea tarde y mal, en nave ajena, después de perder a todos sus compañeros, y encuentre nuevas cuitas en su morada". Poseidón escuchó a Polifemo y le prometió la venganza pedida.
[Homero, Odisea, Madrid, Cátedra, 2000, págs. 167-183; Robert Graves, Los mitos griegos, Madrid, Alianza Editorial, 1980, 2 Vols, Vol II, págs. 244-246].

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