viernes, 10 de junio de 2011

La literatura como liberación







En las primeras décadas del siglo XIX la literatura, sobre todo la poesía, fue en su mayor parte patriótica. Los versos entusiastas del líder de la escuela jónica de poesía, Dionisios Solomós, animaron a la nación a liberarse del cautiverio turco. Su admirable Himno a la libertad (1823) se ha convertido en el himno nacional griego.
Posiblemente, el mejor poeta de la escuela jónica fue Andreas Calvos, un gran erudito clásico, autor de emocionantes poemas, escritos en una lengua original, mezcla de demótico y de arcaísmos, en cuya armoniosa textura resuenan los antiguos himnos griegos.
Cuando Grecia alcanzó la independencia en 1832, la literatura cobró un renovado vigor, expresando el espíritu de un pueblo muy cohesionado. Entre los narradores del siglo XIX más importantes destacan Emmanuel Roídis, satírico, crítico literario e importante traductor de autores ingleses y franceses, cuya primera obra fue la novela Pápisa Ioana (1865) Aléxandros Papadiamandis, novelista y autor de cuentos, trazó retratos líricos de la vida de los pueblos y escenarios isleños. Su obra carece por completo de influencias foráneas. En 1913, se publicó una recopilación de sus mejores historias, Orillas rosas. Otro autor de inspiración griega pura es el escritor jónico de cuentos Aryiris Eftaliotis. Su obra más conocida es Historias isleñas, 1897. Entre los poetas del siglo XIX del periodo posterior a la liberación destacó Aristotelis Valaoritis, famoso por el vigor de sus imágenes descriptivas en griego demótico. Otro importante autor de este periodo, el poeta simbolista Ioannes Papadiamandópulos, escribió en francés con el nombre de Jean Moréas y ejerció una influencia considerable en poetas jóvenes, como Constandinos Hadsópulos, también un gran escritor de ficción, y Miltiades Malacasis, que empezó su carrera escribiendo en francés pero pronto volvió al griego. También destaca Yeoryos Suris, un gran satírico político en la mejor tradición de Aristófanes. Suris publicó en verso un diario semanal que constituye un vivo y cáustico comentario de los asuntos públicos. Los primeros dramaturgos griegos importantes del siglo XIX, Dimetrios Vernadakis y Spiridon Vasiliadis, escribieron a la manera clásica. Ioannis Cambisis escribió en lengua vernácula dramas realistas y satíricos sobre la vida ateniense. Influenciado por el realismo ruso, el novelista y autor de teatro Spiros Melas escribió los dramas Hijo de la sombra (1907) y La casa en ruinas (1908) Las obras de Grigorios Xenópulos, especialmente Stella Violanti (1909), denotan la influencia del dramaturgo noruego Henrik Ibsen.