miércoles, 8 de diciembre de 2010

Augusto y Virgilio.


En la epopeya de Virgilio La Eneida, iniciada el 29 a. de C., y publicada sólo tras la muerte de Virgilio el 19 a. de. C., se despliega toda la historia de Roma en un desarrollo cuyo objetivo es el imperio mundial garante de la paz con el príncipe Augusto a la cabeza. La Eneida no es solamente la epopeya nacional romana, sino también, la epopeya que celebra el origen mítico de la casa Julia, con lo que están estrechamente unidas. Eneas es ancestro y prototipo de Augusto. Al igual que Eneas sólo después de interminables esfuerzos y combates pudo cumplir su misión y fundar en suelo italiano una nueva Troya, también Augusto después de un duro y difícil camino lleno de combates, pudo poner fin a las guerras civiles y fundar Roma de nuevo. Quién no pensaría en el príncipe cuando Eneas dice que ha dado a su pueblo mores et moenia (moralidad y murallas). Lo que era válido para Eneas también lo era para Augusto, que era pietate insignis et armis (distinguido por su piedad y fama guerrera). Ya desde el primer libro de la epopeya, Júpiter anuncia la fundación de Roma y la era de paz bajo Augusto. La relación entre el origen de Eneas y la paz que garantizaba el príncipe se manifiesta en el Ara Pacis Augustae de Roma, en donde se muestra a Eneas representado en el sacrificio de los penates, los dioses domésticos de sus padres. El héroe los había salvado de una Troya devastada y el llamas y los había llevado a Roma.   
Augusto en el año 20 a. de C., visitó Ilium y se interesó por Troya. El emperador renovó el templo de Atenea, que había sido destruido en el año 85 a. de C., en la guerra contra Mitríades por el general Fimbria en la toma de Ilión. Sila ordenaría más tarde la reconstrucción de la ciudad. Estrabón explica que Fimbria se ufanaba de tomar la plaza en once días, cuando Agamenón lo había logrado al cabo de diez años, teniendo una flota de mil barcos y después de que toda Grecia se hubiera unido. Un habitante de la ciudad le replicó que Ilión no tenía ya ningún Héctor que defendiera la ciudad.
[Véase Michael Siebler, La guerra de Troya. Mito y realidad, Barcelona, Ariel, 2005, págs. 42-44].

martes, 7 de diciembre de 2010

ENEIDA


"La justicia aprended en mi escarmiento
y a respetar los dioses que la imponen".
Éste por oro malvendió a la patria, 
un tirano le impuso, y sobornado
hizo y deshizo leyes a capricho.
Forzó aquel otro el lecho de su hija,
himeneo nefando. Osaron todos
algún monstruoso mal, y lo gozaron.
No, ni con lenguas ciento o con cien bocas,
ni con voz de metal, pudiera nunca
abarcar tantos géneros de crímenes, 
ni dar siquiera el nombre de sus penas.
Así habló la longeva Pitonisa, 
y de pronto: "Echa a andar -añade-, que urge
seguir tu viaje y completar tu empresa.
Más aprisa. Los muros ya estoy viendo
forjados en los hornos de los Cíclopes, 
y al frente bajo un arco la portada
donde nos mandan entregar la ofrenda".
Dice, y la senda oscura juntos cruzan
y rápidos franquean el espacio
que a la puerta los lleva. Pisa Eneas
el umbral, y lustrado en agua viva, 
enclava en el dintel un ramo de oro.
[Virgilio, Eneida, José Carlos Fernández Corte (ed.), Madrid, Cátedra, 4ª ed., 1995, pág. 343].