viernes, 19 de noviembre de 2010

PERSEO Y ANDRÓMEDA POR OVIDIO



"El monstruo, con bermellón sangre mezclados, oleajes de su boca vomita; se mojaron, pesadas por el aspersión, sus plumas, y no en sus embebidos talares más allá de Perseo osando confiar, divisó un risco que con lo alto de su vértice de las quietas aguas emerge: se cubre con el mar movido. Apoyado en él y de la peña sosteniendo las crestas primeras con su izquierda, tres veces, cuatro veces pasó por sus ijares, una y otra vez buscados, su hierro. Los litorales el aplauso y el clamor llenaron, y las superiores moradas de los dioses: gozan y a su yerno saludan y auxilio de su casa y su salvador le confiesan Casíope y Cefeo, el padre; liberada de sus cadenas avanza la virgen, precio y causa de su trabajo.
Él sus manos vencedoras agua corriendo lustra, y con la dura arena para no dañar la serpentífera cabeza, mulle la tierra con hojas y, nacidas bajo la superficie, unas ramas tiende, y les impone de la Forcínice Medusa la cabeza. La rama reciente, todavía viva, con su bebedora médula fuerza arrebato del portento y el tacto se endureció de él y percibió un nuevo rigor en sus ramas y fronda.
Más del piélago las ninfas ese hecho admirable ensayan en muchas ramas, y de que lo mismo acontezca gozan, y las simientes de aquéllas iteran lanzadas por las ondas: ahora también en los corales la misma naturaleza permaneció, que dureza obtengan del aire que tocan, y lo que mimbre en la superficie era, se haga, sobre la superficie, roca. (...)
En seguida a Andrómeda, sin dote, y las recompensas de tan gran proeza arrebata: sus teas Himeneo y Amor delante agitan, de largos aromas se sacian los fuegos y guirnaldas penden de los techos, y por todos lados liras y tibia y cantos, del ánimo alegres felices argumentos, suenan; desatrancadas sus puertas los áureos atrios todos quedan abiertos, y con bello aparato instruidos los cefenios próceres entran en los convites del rey.
Después de que, acabados los banquetes, con el regalo de un generoso baco expandieron sus ánimos, por el cultivo y el hábito de esos lugares pregunta el Abantíada; al que preguntaba enseguida el único [narra el Lincida las costumbres y hábitos de los hombres]; el cual, una vez lo hubo instruido: Ahora, oh valerosísimo, dijo, di, te lo suplico, Perseo, con cuán virtud y por qué artes arrebataste la cabeza crinada de dragones".
[Ovideo, Metamorfosis, Libro IV, Traducción de Ana Pérez Vega, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes].