domingo, 10 de octubre de 2010

ODISEO, O MITO E ILUSTRACIÓN


Para Theodor Adorno y Max Horkheimer, en el poema épico homérico, opuesto histórico-filosófico de la novela, aparecen los rasgos novelescos, y el cosmos venerable del mundo homérico se manifiesta como producto de la razón ordenadora, que destruye el mito justamente en virtud del orden racional en el cual lo refleja. En Homero, creen los pensadores de la Escuela Crítica de Frankfurt, poema épico y mito, forma y contenido, no sólo divergen, sino que se enfrentan recíplocamente, dando testimonio de la tendencia histórico-filosófica éste dualismo estético. Homero es el continuador del proceso artístico universalmente humano al que debemos la individualización, lo que denominan el sí mismo. La odisea, desde Troya a Ítaca es el itinerario del sí mismo a través de los mitos. Pero sin embargo, el hecho de la falsedad de los mitos (el hecho de que la mar y la tierra no estén habitados realmente por demonios), engaño mágico y difusión de la religión popular tradicional oral, se convierte a los ojos del héroe en extravío frente a la evidencia del fin de la propia supervivencia, del retorno a la patria y a la propiedad estable junto a Penélope. Las aventuras que Odiseo supera son en su totalidad peligrosas tentaciones que tienen a desviar al sí mismo de la senda de su órbita, "dónde hay peligro crece lo que nos salva". Odiseo se abandona a sí mismo para reencontrarse, la alienación con respecto a la naturaleza se consuma en el abandono a la naturaleza a la que domina. El órgano del sí mismo para superar aventuras, para perderse a fin de encontrarse, es la astucia. Para Adorno y Horkheimer el astuto sobrevive sólo al precio de su propio sueño, que paga desencatándose a sí mismo; él no puede tener jamás todo, debe de tener paciencia, renunciar, "no debe comer lotos ni bueyes del sagrado Hiperión, y cuando navegue a través del estrecho debe tener en cuenta la pérdida de los compañeros que Escila le arranca de la nave. Él se desliza y abre paso, y así sobrevive; y toda la fama que él mismo y los otros le otorgan por aquello no hace sino confirmar que la dignidad del héroe se conquista sólo en la medida en que se mortifica el impulso a la felicidad total, universal e indivisa".
Cada una de las figuras míticas debe hacer siempre lo mismo, consiste en repetición, el fracaso de ésta repetición significaría su fin. Además, son figuras de la coacción: las atrocidades que cometen son la maldición que pesa sobre ellas. Odiseo se opone a que en el mito, cada momento del ciclo satisface a lo que precede y ayuda a instaurar como ley el nexo de la culpa; y el sí mismo representa la racionalidad frente al destino. "Odiseo debe sustraerse a las relaciones jurídicas que lo circundan y amenazan y que en cierto modo están inscritas en toda figura mítica. (...) Desafío y ceguera son la misma cosa, y quien los desafía se hace con ello víctima del mito al que se expone. Ahora bien, la astucia es el desafío hecho racional".
[Theodor Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración, Madrid, Trotta, 3ª ed., 1998, págs. 97-128].