sábado, 9 de octubre de 2010

Hannah Arendt y Homero

Para Arendt en referencia a lo político, un valor formativo era la guerra de Troya, en cuyos vencedores los griegos veían a sus antepasados, y en cuyos vencidos veían los romanos a los suyos. Por eso se convirtieron en los pueblos gemelos de la antiguedad, porque la misma gesta sirvió a ambos como comienzo de su existencia histórica. Es importante que el canto homérico no guarde silencio sobre el hombre vencido, dando testimonio tanto de Héctor como de Aquiles; y que aunque los dioses hayan decidido de antemano la victoria griega y la derrota troyana, no convierten a Aquiles más grande que Héctor, ni la causa de los griegos más legítima que la troyana. "Homero canta esta guerra, datada tantos siglos atrás, de modo que, en cierto sentido, o sea en el sentido de la memoria poética e histórica, la aniquilación puede ser reversible. Esta gran imparcialidad de Homero, que no es objetividad en el sentido de la moderna libertad valorativa, sino en el sentido de la total libertad de intereses y de la completa independencia de juicio de la historia -contra la cual consiste en el juicio del hombre que actúa y su concepto de la grandeza-, yace en el comienzo de toda historiografía, y no sólo de la occidental; pues algo así como lo que entendemos por historia no lo ha habido nunca ni en ningún sitio donde el ejemplo homérico no haya sido, al menos indirectamente, efectivo".
Es conocido que los esfuerzos griegos para transformar la guerra de aniquilación en una guerra política no fue más allá de esta salvación retrospectiva que Homero poetizó, y fue esta incapacidad, la que llevó al derrumbamiento de las ciudades-estado griegas. La peitho divina del ágora, es una fuerza de convicción y persuasión que rige sin violencia ni coacción entre iguales y que lo decide todo, es política. Mientras la violenta guerra se excluye de lo poético y se comportaba como lo apolítico, en este caso se suprimía necesariamente la igualdad de los ciudadanos, que impedía mandar y obedecer, perteneciendo así al ámbito de lo no-político.
"Lo propiamente homérico en el relato de la guerra de Troya tuvo su plena repercusión en la manera en que la polis incorporó a su forma de organización el concepto de la lucha como el modo no sólo legítimo sino en cierto sentido superior de la convivencia humana. Lo que comúnmente se denomina espíritu agonal de los griegos, que sin duda ayuda a explicar (si es que algo así puede explicarse) que en los pocos siglos de su florecimiento encontremos condensada en todos los terrenos del espíritu una genialidad más grande y significativa que en ninguna otra parte, no es solamente el empeño de ser siempre y en todas partes el mejor, afán que Homero ya habla y que poseía en efecto tanto significado para los griegos que hasta se encuentra en su lengua un verbo para ello: aristeuein (ser el mejor), que se entendía no sólo como una aspiración sino como una actividad que colmaba la vida".
[Hannah Arendt, ¿Qué es política?, Barcelona, Paidós, 1997, págs. 108-110].

martes, 5 de octubre de 2010

La carta de Atenas de Le Corbusier

"Aislado, el hombre se siente desarmado; por eso se vincula espontáneamente a un grupo. Abandonado a sus propias fuerzas, sólo construiría su choza y llevaría, en la inseguridad, una vida de peligros y fatigas agravados por todas las angustias de la soledad. Incorporado al grupo, siente pesar sobre él la coerción de una disciplina inevitable, pero en cambio se encuentra seguro, en cierta medida frente a la violencia, la enfermedad y el hambre; puede pensar en mejorar su casa y también satisfacer su profunda necesidad de vida social. El hombre libre, convertido en elemento constituyente de una sociedad que le sostiene, colabora directa o indirectamente en las mil empresas que aseguran su vida física y desarrollan si vida espiritual. Sus iniciativas se tornan más fecundas, y su libertad, mejor defendida, sólo se detiene donde podría amenazar a la de otro. Si las empresas del grupo son acertadas, la vida del individuo se ensancha y ennoblece por ello. Pero si predominan la pereza, la necedad y el egoísmo, el grupo, presa de anomia y de desorden, sólo proporcionan rivalidades, odio y desencanto a cada uno de sus miembros. Un plan es acertado cuando permite una colaboración fecunda procurando el máximo de libertad individual. Resplandor de la persona en el marco del civismo".
[Le Corbusier, Principios de urbanismo. La carta de Atenas, Barcelona, Planeta, 1993, págs. 23-24].