sábado, 6 de febrero de 2010

ITALO CALVINO Y HOMERO

Italo Calvino nos alecciona sobre los niveles de realidad y de credibilidad de la escritura, expone poniendo de ejemplo el Ulises de la Odisea homérica el más sintético esquema de articulaciones entre niveles de realidad en la obra literaria, dice:
"El la Odisea, en efecto, las vicisitudes de Ulises en tercera persona engloban otras vicisitudes de Ulises en primera persona, que son las que cuenta Alcinoo, rey de los Feacios. Si comparamos las unas con las otras vemos que sus diferencias no son sólo gramaticales. Las vicisitudes contadas en tercera persona tienen una dimensión psicológica y afectiva que les falta a las otras. Y en ellas la presencia de lo sobrenatural consiste en apariciones de los dioses del Olimpo, que se manifiestan a los hombres bajo las vestiduras de comunes mortales. Por el contrario, las aventuras de Ulises contadas en primera persona parecen pertenecer a un repertorio mitológico más primitivo, en que los comunes mortales y los seres sobrenaturales se encuentran cara a cara, en un mundo poblado de monstruos, cíclopes, sirenas, magas que transforman a los hombres en cerdos: el mundo, en suma, de lo sobrenatural, pagano y preolímpico. Podemos por tanto definir dos niveles de la realidad mítica distintos, a los cuales corresponde dos geografías: una, correspondiente a la experiencia histórica de la época (la de los viajes de Telémaco y retorno a Ítaca); y otra, fabulosa, resultante de la yuxtaposición de tradiciones heterogéneas (la de los viajes de Ulises contados por Ulises). Podemos añadir que entre los dos niveles se sitúa la isla de los Feacios, o sea el lugar ideal del que nace la narración, utopía de perfección humana fuera de la historia y fuera de la geografía.
Me he alargado en este punto porque me sirve para ejemplificar cómo a los distintos niveles les corresponde un nivel de credibilidad distinto, o mejor, una distinta suspension of disbelief; admitiendo que un lector crea en las aventuras de Ulises contadas por Homero, ese mismo lector puede considerar a Ulises fanfarrón por todo lo que Homero pone en su boca, en primera persona. Pero cuidemos de no confundir niveles de realidad (internos a la obra) con niveles de verdad (referidos a un afuera). Por eso siempre tenemos que tener presente la totalidad de la frase:
Yo escribo que Homero cuenta que Ulises dice: yo he escuchado el canto de las sirenas".
[Italo Calvino, "Los niveles de realidad en la literatura" (1978), en Punto y aparte. Ensayos sobre literatura y sociedad. Barcelona, Tusquets, 1995, págs. 341-345].

martes, 2 de febrero de 2010

EL CERTAMEN DE HESÍODO Y HOMERO.

Sin la Ilíada y la Odisea, fuente de inspiración de casi toda la literatura griega, latina y para gran parte de la cristiana, no puede entenderse el pensamiento occidental, tan determinado por la cultura clásica y ésta por la homérica, mientras los poemas de Hesíodo abrieron la puerta a la conciencia individual del hombre antiguo, al reconocimiento de un Derecho sancionado por la divinidad, o lo que es lo mismo, a la organización temporal y espacial, religioso e histórica del mundo.
Otro día hablaremos de su Teogonía y sobre todo, de sus Trabajos y días, donde describe el modus vivendi de sus coetáneos.
Pero hablemos de la relación de ambos poetas, y sobre todo, del Certamen de Calsis, proclamado por Ganíctor para celebrar el funeral de su padre el rey Anfidamante de Eubea, donde convocó a los juegos a todos los varones que sobresalían por su fuerza, rapidez o sabiduría. Parece ser que ambos poetas compitieron admirablemente y que Hesíodo le preguntó a Homero sobre lo esencial del hombre, y éstas son sus respuestas. Señalamos como anécdota que Hesíodo ganó el certamen ¿injustamente?
Hesíodo pregunta a Homero sobre qué es mejor para los mortales, responde:
"Primero no nacer es lo mejor para los que habitan sobre la tierra; pero si no obstante se nació, traspasar cuanto antes las puertas de Hades". Le preguntó sobre lo más hermoso del corazón humano, y Homero contestó: "Siempre que la alegría reine por todo el pueblo y los comensales escuchen en palacio al aedo sentados en orden y a su lado rebosen las mesas de pan y carnes y el escanciador sacando el vino de la crátera lo lleve y vierta en las copas. Esto me parece lo más hermoso que hay en su corazón".
Le pregunta también sobre lo mejor y lo peor para los mortales al mismo tiempo, y Homero respondió: "el mejor de los bienes consistirá en tenerse a sí mismo como medida y también el peor de todos los males". Le preguntó sobre cómo se pueden gobernar mejor las ciudades y en qué costumbres, y dijo el hijo de Meles: "Si no se desea obtener ganancias por malos medios, se honra a los buenos y la justicia se cierne sobre los injustos". Otra pregunta de Hesíodo es sobre qué es lo mejor de todo para pedir a los dioses, Homero le respondió "Ser benevolente consigo mismo siempre en todo momento". Sobre cuál es el mejor de los dones naturales, le responde "En mi opinión almas nobles en el cuerpo de los hombres", también le inquirió para qué servían la justicia y el valor, y dijo: "Para asistirnos en nuestros afanes", sobre cuál es el fin de la sabiduría humana, le respondió: "Conocer bien las circunstancias y amoldarse a la situación", y sobre en qué situación es seguro confiar en los hombres, Homero sabiamente afirmó: "Cuando un mismo peligro amenaza nuestros negocios". Hesíodo quiere saber en qué consiste la felicidad humana, para Homero: "En afligirse lo menos posible con la muerte y alegrarse muchísimo".
[Hesíodo, Obras y Fragmentos, Madrid, Gredos, 2006, págs. 307-323].

domingo, 31 de enero de 2010

HOMERO Y LA ESCUELA DE ATENAS EN LA DIVINA COMEDIA DE DANTE

Entre tanto una voz pude escuchar:
"Honremos al altísimo poeta;
vuelve su sombra, que marchado había".
Cuando estuvo la voz quieta y callada,
vi cuatro grandes sombras que venían:
ni triste, ni feliz era su rostro.
El buen maestro comenzó a decirme:
"Fíjate en ése con la espada en mano,
que como jefe va delante de ellos:
Es Homero, el mayor de los poetas;
el satírico Horacio luego viene;
tercero, Ovidio; y último, Lucano.
Y aunque a todos igual que a mí les cuadra
el nombre que sonó en aquella voz,
me hacen honor, y con esto hacen bien".
Así reunida vi a la escuela bella
de aquel señor del altísimo canto,
que sobre el resto cual águila vuela.
(...) Lo cruzamos igual que tierra firme;
crucé por siete puertas con los sabios:
hasta llegar a un prado fresco y verde.
(...) Todos le miran, todos le dan honra;
y a Sócrates, que al lado de Platón,
están más cerca de él que los restantes;
Demócrito, que el mundo pone en duda,
Anaxágoras, Tales y Diógenes,
Empédocles, Heráclito y Zenón;
y al que las plantas observó con tino,
Dioscórides, digo; y vi a Orfeo,
Tulio, Livio y el moralista Séneca;
al geómetra Euclides, Tolomeo,
Hipócrates, Galeno y Avicena,
y a Averroes que hizo el Comentario.
No puedo detallar a todos ellos,
porque así me encadena el largo tema,
que dicho y hecho no se corresponden.
El grupo de los seis se partió en dos:
por otra senda me llevó mi guía,
de la quietud al aire tenebroso
y llegué a un sitio en donde nada luce.
[Dante Alighieri, Divina comedia, Madrid, Cátedra, 2000, 6ª ed., págs. 99-102].

LA ESCUELA DE ATENAS