sábado, 24 de abril de 2010

Ortega y Homero

Para Ortega y Gasset la Ilíada nunca fue entendida por el pueblo, fue una obra arcaizante, Homero la compuso en un lenguaje que le sonaba a él mismo como algo viejo, sacramental y rudo, y afirma: "El tema de la épica es el pasado ideal, la absoluta antiguedad, decíamos. Ahora añadimos que el arcaísmo es la forma literaria de la épica, el instrumento de poetización".
Para Ortega después de Homero fueron necesarios muchos siglos hasta aceptar lo actual como posibilidad poética, con lo que afirma que poético estrictamente era para Grecia sólo lo antiguo, lo primario en el orden del tiempo. Para el griego eran las cosas ajadas las que tenían belleza, careciendo de ella lo accidental y momentáneo: "Bello juzgaban lo que contiene en sí el origen y la norma, la causa y el módulo de los fenómenos. Y este universo cerrado del mito épico está compuesto exclusivamente de objetos esenciales y ejemplares que fueron realidad cuando este mundo nuestro no había comenzado aún a existir". Y se pregunta: ¿Dónde acaba el dios y empieza el hombre para Homero? No hay diferencia entre los dioses y los hombres sino continuidad, por eso nuestra época es decadente. En definitiva, para los griegos eran poéticas las cosas que contenían los principios y sus causas, es decir por ser primigenias, esencia y creación. Homero cuenta al público una historia que éste ya conoce, y él sabe que lo sabe: "El tema poético existe previamente de una vez para siempre: se trata sólo de actualizarlo en los corazones, de traerlo a la plenitud de presencia".
[José Ortega y Gasset, Meditaciones sobre la literatura y el arte, Madrid, Castalia, Inman Fox (ed.), 1988, págs. 201-203].

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