jueves, 30 de diciembre de 2010

Menéndez Pelayo y Homero


Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) fue un enamorado de Grecia y de todo lo relacionado con Troya, así  que afirma que la magia, tanto en Grecia como en Roma fue de dos tipos, la oficial, pública y asociada al culto; y otra popular, heterodoxa y hasta penada por las leyes. Expresión importante de la primera, y centro de la vida política para los helenos fueron los oráculos, cuya historia ha tenido poca o ninguna importancia para las supersticiones cristianas, y menos los de la Península Ibérica. El arte augural, dominó en tiempos anteriores a la influencia política de los oráculos, y afirma:
"Recordemos en la Ilíada aquel adivino Calcas, que revela las causas de la peste enviada por Febo a los Aqueos: Calcas, el que en Aulide había anunciado la voluntad de los dioses respecto al sacrificio de Ifigenia. La observación de los sueños aparece en el libro II del mismo poema, si el trozo no es uno de los intercalados. Y ya en tiempo del Padre Homero debía de reinar el escepticismo en cuanto a las adivinaciones, conforme lo indica aquella sublime respuesta de Héctor: El mejor agüero es pelear por su tierra. Pero la ley del fatum es para los héroes homéricos inflexible: en el libro XIX, Xanto, uno de los divinos caballos de Aquiles, habla inspirado por Juno, y predice al hijo de Peleo su temprana y próxima muerte. Entonces Aquiles, el de los pies ligeros, replicó a Xanto: ¿Por qué me vaticinas la muerte? Nada te importa: bien sé que es hado mío perecer lejos de mi dulce padre y de mi madre; pero no cesaré hasta que los Troyanos se hayan saciado de pelea.
En la Odisea, poema de tiempo y civilización muy distintos, las artes divinatorias y mágicas son más respetadas. Telémaco ve en el libro II dos águilas enviadas por Zeus, y toma de su vuelo auspicios favorables. El tipo de la farmaceutria, de la hechicera, no conocido por el autor de la Ilíada, es en la Odisea Circe, cuya vara mágica tiene el poder transmutorio, y convierte en puercos a los compañeros de Ulises, atraídos por su canto, Carminibus Circe socios mutavit Ulyssi, y por el dulce sabor del vino Prammio y de los manjares amasados con queso, harina y miel; pero no al mañoso itacense, que resistió los hechozos de la hierba moly que le había dado Mercurio. Circe es una encantadora, risueña y apacible, como la fantasía de los griegos podían imaginarla; no una bruja hórrida y repugnante, como las de Macbeth. Ulises parece un bárbaro cuando acomete, espada en mano, a aquella diosa euplócama, que acaba por enamorarse perdidamente de él y regalarle en su maravilloso palacio. Todo es de suave color en la Odisea, menos la necromancia o evocación de los muertos en el canto XI, que tiene el carácter de una verdadera goetia. Ulises va a tierra de los Cimmerios, abre un hoyo, le llena con la sangre de las víctimas, hace tres libaciones, y empiezan a acudir las almas de Erebo, sedientas de aquella negra sangre. Ulises les prohibe acercarse hasta que se levanta la sombra del ciego Tiresias, adivino tebano, que le predice su vuelta a Itaca y otros sucesos. En el libro XX, los amantes de Penélope son aterrados por un funesto agüero, y Teoclimeno les anuncia la muerte".
[Véase, Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, Edición Nacional de las Obras Completas de Marcelino Menéndez y Pelayo, Vol. 35, Madrid, CSIC, 1948, págs. 382-384].

martes, 28 de diciembre de 2010

El retorno de Ulises de Dionisio Ridruejo.


Para Dionisio Ridruejo (1912-1975), El retorno de Ulises (¿1944?) sería el mejor de sus dramas. Aborda inteligentemente con una serie de claves intelectuales cosechadas dentro de los mitos clásicos griegos, el paralelismo entre la prolongada ausencia del Fundador de la Falange y el personaje de Ulises, realizando un parangón con la figura del héroe homérico. En la obra vemos a una sacrificada y entregada Penélope que guarda la ausencia del esposo durante veinte años, sin someterse a las presiones y requerimientos de los pretendientes, el pueblo y su propio hijo. Aparece tejiendo un gran tapiz con el retrato del ausente de enormes proporciones, Ulises (José Antonio) en actitud guerrera tensando el arco. En el drama Penélope representa la falange de la revolución pendiente, y se refiere al ausente diciendo: "Todos habláis de su gloria. Yo la vivo y siento bullir dentro de mí como una criatura luminosa que quiere ser parida y que estoy pariendo desde hace cinco años, noche a noche en este tapiz".
[Véase Gonzalo Torrente Ballester,  El retorno de Ulises, Teatro 2, Barcelona, Destino, 1982, págs. 152 y ss].

domingo, 19 de diciembre de 2010

El culto griego de Adriano...



"Humanitas, Felicitas, Libertas: no he inventado estas bellas palabras que aparecen en las monedas de mi reinado. Cualquier filósofo griego, casi todos los romanos cultivados, se proponen la misma imagen del mundo. Frente a una ley injusta por demasiado rigurosa, he oído gritar a Trajano que su ejecución ya no respondía al espíritu de la época. Pero tal vez sería yo el primero que subordinara conscientemente mis actos a ese espíritu de la época, haciendo de él otra cosa que el sueño nebuloso de un filósofo o la vaga aspiración de un buen príncipe.Y daba gracias a los dioses por haberme dejado vivir en una época en que mi tarea consistía en reorganizar prudentemente un mundo, y no en extraer del caos una materia aún informe, o en tenderme sobre un cadáver para tratar de resucitarlo. Me congratulaba de que nuestro pasado fuese lo bastante amplio para proporcionarnos ejemplos, sin aplastarnos con un exceso de peso; de que el desarrollo de nuestras técnicas hubiera llegado al punto de facilitar la higiene de las ciudades y la prosperidad de los pueblos, sin exceder de la medida y abrumar a los hombres con adquisiciones inútiles; y de que nuestras artes, árboles fatigados ya por la abundancia de sus dones, fueran todavía capaces de dar algunos frutos deliciosos. Me alegra de que nuestras vagas y venerables religiones, decantadas de toda intransigencia o de todo rito salvaje, nos asociaran misteriosamente a los más antiguos sueños del hombre y de la tierra, pero sin vedarnos una explicación laica de los hechos, una visión racional de la conducta humana. Me placía, por fin, que aquellas palabras de Humanidad, Libertad y Felicidad no hubieran sido todavía devaluadas por un exceso de aplicaciones ridículas".
[Véase, Margaritte Yourcenar, Memorias de Adriano, Barcelona, Edhasa, 1984, págs. 95-96]. 

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Augusto y Virgilio.


En la epopeya de Virgilio La Eneida, iniciada el 29 a. de C., y publicada sólo tras la muerte de Virgilio el 19 a. de. C., se despliega toda la historia de Roma en un desarrollo cuyo objetivo es el imperio mundial garante de la paz con el príncipe Augusto a la cabeza. La Eneida no es solamente la epopeya nacional romana, sino también, la epopeya que celebra el origen mítico de la casa Julia, con lo que están estrechamente unidas. Eneas es ancestro y prototipo de Augusto. Al igual que Eneas sólo después de interminables esfuerzos y combates pudo cumplir su misión y fundar en suelo italiano una nueva Troya, también Augusto después de un duro y difícil camino lleno de combates, pudo poner fin a las guerras civiles y fundar Roma de nuevo. Quién no pensaría en el príncipe cuando Eneas dice que ha dado a su pueblo mores et moenia (moralidad y murallas). Lo que era válido para Eneas también lo era para Augusto, que era pietate insignis et armis (distinguido por su piedad y fama guerrera). Ya desde el primer libro de la epopeya, Júpiter anuncia la fundación de Roma y la era de paz bajo Augusto. La relación entre el origen de Eneas y la paz que garantizaba el príncipe se manifiesta en el Ara Pacis Augustae de Roma, en donde se muestra a Eneas representado en el sacrificio de los penates, los dioses domésticos de sus padres. El héroe los había salvado de una Troya devastada y el llamas y los había llevado a Roma.   
Augusto en el año 20 a. de C., visitó Ilium y se interesó por Troya. El emperador renovó el templo de Atenea, que había sido destruido en el año 85 a. de C., en la guerra contra Mitríades por el general Fimbria en la toma de Ilión. Sila ordenaría más tarde la reconstrucción de la ciudad. Estrabón explica que Fimbria se ufanaba de tomar la plaza en once días, cuando Agamenón lo había logrado al cabo de diez años, teniendo una flota de mil barcos y después de que toda Grecia se hubiera unido. Un habitante de la ciudad le replicó que Ilión no tenía ya ningún Héctor que defendiera la ciudad.
[Véase Michael Siebler, La guerra de Troya. Mito y realidad, Barcelona, Ariel, 2005, págs. 42-44].

martes, 7 de diciembre de 2010

ENEIDA


"La justicia aprended en mi escarmiento
y a respetar los dioses que la imponen".
Éste por oro malvendió a la patria, 
un tirano le impuso, y sobornado
hizo y deshizo leyes a capricho.
Forzó aquel otro el lecho de su hija,
himeneo nefando. Osaron todos
algún monstruoso mal, y lo gozaron.
No, ni con lenguas ciento o con cien bocas,
ni con voz de metal, pudiera nunca
abarcar tantos géneros de crímenes, 
ni dar siquiera el nombre de sus penas.
Así habló la longeva Pitonisa, 
y de pronto: "Echa a andar -añade-, que urge
seguir tu viaje y completar tu empresa.
Más aprisa. Los muros ya estoy viendo
forjados en los hornos de los Cíclopes, 
y al frente bajo un arco la portada
donde nos mandan entregar la ofrenda".
Dice, y la senda oscura juntos cruzan
y rápidos franquean el espacio
que a la puerta los lleva. Pisa Eneas
el umbral, y lustrado en agua viva, 
enclava en el dintel un ramo de oro.
[Virgilio, Eneida, José Carlos Fernández Corte (ed.), Madrid, Cátedra, 4ª ed., 1995, pág. 343]. 

sábado, 27 de noviembre de 2010

Resumen de la versión ovidiana del mito de Perseo.



Acrisio, rey de Argos, no quiso admitir que Perseo fuera hijo de Júpiter, que se había transformado en lluvia de oro para engendrarle en Dánae, la hija del rey. Inmediatamente después de mencionar este hecho, Ovidio le describe a Perseo volando por el aire con la cabeza de la Gorgona. No queriendo perseguir su vuelo por la noche, aterrizó en el reino de Atlante, a quien le pidió hospedaje. Pero Atlante poseía un árbol con ramas, hojas y frutas de oro, y un oráculo le había avisado que un día vendría un hijo de Júpiter para quitárselo. Por eso, le mandó a Perseo a que se fuera e intentó echarle por la fuerza. Perseo le mostró la cabeza de Medusa, convirtiéndole en una enorme montaña.
Entonces Perseo se puso las sandalias aladas y voló hacia Etiopía, el reino de Cefeo, en donde vio a Andrómeda atada por los brazos a un peñasco, injustamente castigada por los alardes que había hecho su madre de su belleza. Mientras Andrómeda contaba su historia a Perseo, éste vio acercarse por el mar un mosntruo. Los padres de Andrómeda contemplaban horrorizados la escena, y Perseo les pidió la mano de su hija si lograba salvarla del monstruo, matándole después de un tremendo combate. Entonces puso la cabeza de Medusa sobre unas algas de la playa, y las algas se convirtieron en corales.
Después de ofrecer sacrificios a Júpiter, Minerva y Mercurio, fue al palacio a casarse con Andrómeda. Durante la boda, Perseo contó cómo había robado con astucia el ojo que compartían las dos hijas de Forcis, quienes guardaban la entrada del lugar donde vivían las Gorgonas. Dentro del sitio, vio por todas partes las formas de hombres y animales que se habían convertido en piedra por haberle mirado a la cara a Medusa. Perseo vio sólo el reflejo de la cara en el escudo de bronce que llevaba, y así, mientras Medusa y las serpientes dormían, pudo cortarle la cabeza. De la sangre que derramó, surgió Pegaso.
[La fábula de Perseo o la bella Andrómeda, Michael D. McGaha (ed.), Kassel, Kurt und Roswitha Reichenberger, 1985, pág. 10].

viernes, 19 de noviembre de 2010

PERSEO Y ANDRÓMEDA POR OVIDIO



"El monstruo, con bermellón sangre mezclados, oleajes de su boca vomita; se mojaron, pesadas por el aspersión, sus plumas, y no en sus embebidos talares más allá de Perseo osando confiar, divisó un risco que con lo alto de su vértice de las quietas aguas emerge: se cubre con el mar movido. Apoyado en él y de la peña sosteniendo las crestas primeras con su izquierda, tres veces, cuatro veces pasó por sus ijares, una y otra vez buscados, su hierro. Los litorales el aplauso y el clamor llenaron, y las superiores moradas de los dioses: gozan y a su yerno saludan y auxilio de su casa y su salvador le confiesan Casíope y Cefeo, el padre; liberada de sus cadenas avanza la virgen, precio y causa de su trabajo.
Él sus manos vencedoras agua corriendo lustra, y con la dura arena para no dañar la serpentífera cabeza, mulle la tierra con hojas y, nacidas bajo la superficie, unas ramas tiende, y les impone de la Forcínice Medusa la cabeza. La rama reciente, todavía viva, con su bebedora médula fuerza arrebato del portento y el tacto se endureció de él y percibió un nuevo rigor en sus ramas y fronda.
Más del piélago las ninfas ese hecho admirable ensayan en muchas ramas, y de que lo mismo acontezca gozan, y las simientes de aquéllas iteran lanzadas por las ondas: ahora también en los corales la misma naturaleza permaneció, que dureza obtengan del aire que tocan, y lo que mimbre en la superficie era, se haga, sobre la superficie, roca. (...)
En seguida a Andrómeda, sin dote, y las recompensas de tan gran proeza arrebata: sus teas Himeneo y Amor delante agitan, de largos aromas se sacian los fuegos y guirnaldas penden de los techos, y por todos lados liras y tibia y cantos, del ánimo alegres felices argumentos, suenan; desatrancadas sus puertas los áureos atrios todos quedan abiertos, y con bello aparato instruidos los cefenios próceres entran en los convites del rey.
Después de que, acabados los banquetes, con el regalo de un generoso baco expandieron sus ánimos, por el cultivo y el hábito de esos lugares pregunta el Abantíada; al que preguntaba enseguida el único [narra el Lincida las costumbres y hábitos de los hombres]; el cual, una vez lo hubo instruido: Ahora, oh valerosísimo, dijo, di, te lo suplico, Perseo, con cuán virtud y por qué artes arrebataste la cabeza crinada de dragones".
[Ovideo, Metamorfosis, Libro IV, Traducción de Ana Pérez Vega, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes].


jueves, 11 de noviembre de 2010

Ixión


Ixión, hijo de Flejias, el rey lapita, acordó casarse con Día, hija de Deyoneo. Después de invitar a Deyoneo a un banquete, preparó una trampa delante del palacio, bajo el cuál ardía un gran fuego de carbón en el que el confiado Deyoneo cayó y se quemó. Zeús, que solía portarse tan mal como él cuando estaba enamorado, no sólo purificó a Ixión, sino que le invitó a comer a su mesa.
Ixión era un desagradecido, y planteó seducir a Hera; pero Zeus, adivinando sus intenciones, formó con una nube a una falsa Hera con la que Ixión, demasiado ebrio ya para darse cuenta del engaño, gozó debidamente. Fue sorprendido en fragante por Zeus, quien ordenó a Hermes que lo azotara despiadadamente y lo atara luego a una rueda de fuego que daba vueltas sin cesar por los cielos.
La falsa Hera le dio a Ixión un niño inútil llamado Centauro, de quien se dice que, cuando llegó a la edad viril, engendró centauros equinos en yeguas magnesias, de los cuales en más célebre fue el sabio Quirón.
[Robert Graves, Los mitos griegos, Barcelona, Ariel, 5ª ed., 1991, pág. 72].

domingo, 31 de octubre de 2010

Petrarca y Homero


Durante el Renacimiento los eruditos y artistas se preocuparon por el mantenimiento y la protección del ideario de la Antigüedad y de los mitos transmitidos. Petrarca ordenó la primera traducción de Homero al latín, que Leoncio Pilatos se encargó de realizar en 1396. Mientras que fue en Florencia en 1488 donde se realizó la primera impresión de los textos homéricos, que fueron publicados por Demetrios Chalkondyles. De este modo se conjuró para siempre el peligro de olvidar las raíces occidentales, la cultura propia. Antes, en 1470 se había traducido al latín el libro de Estrabón, Geografía, y provocó una confusión con respecto a Troya. El mundo erudito creía que la fortaleza de Príamo era una utopía, y en consecuencia era vana su búsqueda, y se discutió sin ningún resultado sobre la localización geográfico de la mítica fortaleza.
[Véase, Michael Siebler, La guerra de Troya. Mito y realidad, Barcelona, Ariel, 2005, págs. 50-51].

La Esfinge para Borges.

"La Esfinge de los monumentos egipcios (llamada "Andro-esfinge" por Herodoto, para distinguirla de la griega) es un león echado en la tierra y con cabeza de hombre; representaba, se conjetura, la autoridad del rey y custodiaba los sepulcros y los templos. Otras, en las avenidas de Karnak, tienen cabeza de carnero, el animal sagrado de Amón. Esfinges barbadas y coronadas hay en los monumentos de Asiria y la imagen es habitual en las gemas persas. Plinio, en su catálogo de animales etiópicos, incluye las Enfinges, de las que no precisa otro rasgo que "el pelaje pardo rojizo y los pechos iguales".
La Esfinge griega tiene cabeza y pechos de mujer, alas de pájaro, y cuerpo y pies de león. Otros atribuyen cuerpo de peroo y cola de serpiente. Se refiere que asolaba el país de Tebas, proponiendo enigmas a los hombres (pues tenía voz humana) y devorando a quienes no sabían resolverlos. A Edipo, hijo de Yocasta, le preguntó:
"¿Qué ser tiene cuatro pies, dos pies o tres pies, y cuántos más tiene es más débil?"
[Así es, parece, la versión más antigua. Los años te agregaron la metáfora que hace de la vida del hombre un solo día].
Edipo contestó que era el hombre, que de niño se arrastra a cuatro pies, cuando es mayor anda a dos y a la vejez se apoya en un báculo. La Esfinge, descifrando el enigma, se precipitó desde lo alto de su montaña.
De Quincey, hacia 1849, sugirió una segunda interpretación, que puede completar la tradicional. El sujeto del enigma, según De Quincey, es menos el hombre genérico que el individuo Edipo desvalido y huérfano en su mañana, solo en la edad viril y apoyado en Antígona en la desesperada y ciega vejez.
Ahora se formula de ésta manera: ¿Cuál es el animal que anda en cuatro pies a la mañana, en dos al mediodía y en tres a la tarde?
La misma fábula se encuentra en el Libro de Las Mil y Una Noches, en la leyenda de San Brandán y en el Paraíso perdido de Milton, que nos muestra a la ballena durmiendo "en la espuma noruega".
[Jorge Luis Borges, El libro de los seres imaginarios, Madrid, Alianza Editorial, 1998].

sábado, 30 de octubre de 2010

jueves, 28 de octubre de 2010

Himno de Borges


Himno

Esta mañana
Hay en le aire la increíble fragancia
de las rosas del Paraíso.
En la margen del Éufrates
Adán descubre la frescura del agua.
Una lluvia de oro cae del cielo;
es el amor de Zeus.
Salta del mar un pez
y un hombre de Agrigento recordará
haber sido ese pez.
En la caverna cuyo nombre será Altamira
una mano sin cara traza la curva
de un lomo de bisonte.
La lenta mano de Virgilio acaricia
la seda que trajeron
del reino del Emperador Amarillo
las caravanas y las naves.
El primer ruiseñor canta en Hungría.
Jesús ve en la moneda el perfil de César.
Pitágoras revela a sus griegos
que la forma del tiempo es la del círculo.
En una isla del Océano
los lebreles de plata persiguen a los ciervos de oro.
En un yunque forjan la espada
que será fiel a Sigurd.
Whitman canta en Manhattan.
Homero nace en siete ciudades.
Una doncella acaba de apresar
al unicornio blanco
Todo el pasado vuelve como una ola
y esas antiguas cosas recurren
porque una mujer te ha besado.


[Jorge Luis Borges, La cifra, Madrid, Alianza Editorial, 1981, pág. 88].

sábado, 23 de octubre de 2010

El Homero español

Luis de Góngora y Argote (1561-1627) se le considera el Homero español, por el amplio uso de cultismos (neologismos de origen griego o latino), siendo su meta imitar a los escritores de la antigüedad greco-latina, es decir, imitación de los géneros literarios, de los temas, el léxico, la sintaxis y las referencias mitológicas.
Fue el recopilador López de Vicuña quién así lo denominó en 1627, en Obras en verso del Homero español que recogió Juan López de Vicuña. Admirado y nombrado por Cervantes, tanto en La Galatea: "En don Luis de Góngora os ofrezco / un vivo raro ingenio sin segundo; / con sus obras me alegro y enriquezco / no sólo yo, más todo el ancho mundo"; como en El viaje del Parnaso: "En don Luis de Góngora, a quien temo / agraviar en mis cortas alabanzas / aunque las suba al grado más supremo"; encontramos a un poeta complejo pero con una amplia visión de su realidad circundante, verídica, dura y realista; en Ande yo caliente y ríase la gente de 1581, da una visión del momento en el que vive que bien puede sus inscribirse a los tiempos presentes:

Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.


Busque muy en hora buena
el mercader nuevos soles;
yo conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a filomena
sobre el chopo de la fuente,
y ríase la gente.

Coma en dorada vajilla
el príncipe mil cuidados,
como píldoras dorados;
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
y ríase la gente.


Pase a media noche el mar,
y arda en amorosa llama
Leandro por ver su dama;
que yo más quiero pasar
del golfo de mi lagar
la blanca o roja corriente,
y ríase la gente.

Cuando cubra las montañas
de blanca nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del rey que rabió me cuente,
y ríase la gente.

Pues amor es tan crüel,
que de Píramo y su amada
hace tálamo una espada,
do se junten ella y él,
sea mi Tisbe un pastel,
y la espada sea mi diente,
y ríase la gente.

[Véase Agustín Durán, Cancionero y romancero de coplas y canciones de arte menor, letras, letrillas, romances cortos y glosas anteriores al siglo XVIII, pertenecientes a los géneros doctrinal, amatorio, jocoso, satírico, etc, Madrid, Imprenta de Eusebio Aguado, 1829, págs. 124-125].

domingo, 17 de octubre de 2010

La muerte de Virgilio


En el magnífico libro de Hermann Broch, La muerte de Virgilio, escrito mientras Broch estuvo durante cinco semanas encarcelado en Alt-Ausse, tras ser detenido por la Gestapo, marca un paralelo entre la época de Augusto y la suya propia. El libro narra el sueño de Virgilio antes de morir, y se plantea en uno de los muchos diálogos entre el César Augusto y el que me llama la atención, y tiene que ver con la responsabilidad del hombre sobre el tiempo en el que vive y sobre el conocimiento; en dónde sueña Virgilio ésta conversación con el César Augusto:
"Atribuyes al tiempo la responsabilidad por las acciones humanas, hasta lo haces responsable de su pérdida de conocimiento..., Descargas así al hombre, y naturalmente también a ti mismo, de toda responsabilidad; esto es peligroso... Prefiero cargar sobre los hombres la responsabilidad del tiempo en el que viven.
¿Qué era el tiempo?, ¿era tan sólo una corriente en incesante flujo?, ¿no era más bien intermitente, a veces como las aguas de un lago casi cristalino, o incluso de una ciénaga, descansando sobre la nube bicolor del crepúsculo, y a veces de nuevo como una rugiente catarata, salpicando de espuma brillante de arco iris, oleada que todo lo inunda rugiente?
- César, aún sobra espacio suficiente para la responsabilidad del hombre; el hombre puede cumplir su deber bien o mal, y aunque sea el tiempo el que prescribe el círculo de sus tareas, aunque no pueda ejercer sobre éste ningún influjo, permanece inalterable la responsabilidad en lo que toca al deber; el deber del deber permanece inalterado e independiente de los cambios, de ese círculo de cometidos.
- Y ni siquiera puedo admitir que este círculo del deber sea cambiado por el tiempo... El hombre es responsable de los deberes y tareas que se pone como objetivo de sus actos; tiene que dirigirlos a través de todos los tiempos a la comunidad y el Estado, y si lo descuida, el tiempo se vuelve informe. Él, en cambio, tiene que configurar el tiempo y lo configura en el Estado, que es el deber supremo del hombre desde el comienzo.
¡Misterio del tiempo, misterio de su vacío! ¿Por qué se transforma en el tiempo el círculo de los deberes del hombre? Infinitos se extienden los campos saturnales a través del tiempo, inmutables a través de todos los tiempos, pero en el tiempo se halla encarcelada el alma; y más allá de la superficie del tiempo, en las profundidades del cielo y de la tierra, descansa el conocimiento, el objetivo del hombre.
- Siempre queda el conocimiento como deber, siempre queda el conocimiento como la divina misión del hombre".
[Hermann Broch, La muerte de Virgilio, Madrid, Alianza Editorial, 2ª ed., 2007, págs. 405-406].

domingo, 10 de octubre de 2010

ODISEO, O MITO E ILUSTRACIÓN


Para Theodor Adorno y Max Horkheimer, en el poema épico homérico, opuesto histórico-filosófico de la novela, aparecen los rasgos novelescos, y el cosmos venerable del mundo homérico se manifiesta como producto de la razón ordenadora, que destruye el mito justamente en virtud del orden racional en el cual lo refleja. En Homero, creen los pensadores de la Escuela Crítica de Frankfurt, poema épico y mito, forma y contenido, no sólo divergen, sino que se enfrentan recíplocamente, dando testimonio de la tendencia histórico-filosófica éste dualismo estético. Homero es el continuador del proceso artístico universalmente humano al que debemos la individualización, lo que denominan el sí mismo. La odisea, desde Troya a Ítaca es el itinerario del sí mismo a través de los mitos. Pero sin embargo, el hecho de la falsedad de los mitos (el hecho de que la mar y la tierra no estén habitados realmente por demonios), engaño mágico y difusión de la religión popular tradicional oral, se convierte a los ojos del héroe en extravío frente a la evidencia del fin de la propia supervivencia, del retorno a la patria y a la propiedad estable junto a Penélope. Las aventuras que Odiseo supera son en su totalidad peligrosas tentaciones que tienen a desviar al sí mismo de la senda de su órbita, "dónde hay peligro crece lo que nos salva". Odiseo se abandona a sí mismo para reencontrarse, la alienación con respecto a la naturaleza se consuma en el abandono a la naturaleza a la que domina. El órgano del sí mismo para superar aventuras, para perderse a fin de encontrarse, es la astucia. Para Adorno y Horkheimer el astuto sobrevive sólo al precio de su propio sueño, que paga desencatándose a sí mismo; él no puede tener jamás todo, debe de tener paciencia, renunciar, "no debe comer lotos ni bueyes del sagrado Hiperión, y cuando navegue a través del estrecho debe tener en cuenta la pérdida de los compañeros que Escila le arranca de la nave. Él se desliza y abre paso, y así sobrevive; y toda la fama que él mismo y los otros le otorgan por aquello no hace sino confirmar que la dignidad del héroe se conquista sólo en la medida en que se mortifica el impulso a la felicidad total, universal e indivisa".
Cada una de las figuras míticas debe hacer siempre lo mismo, consiste en repetición, el fracaso de ésta repetición significaría su fin. Además, son figuras de la coacción: las atrocidades que cometen son la maldición que pesa sobre ellas. Odiseo se opone a que en el mito, cada momento del ciclo satisface a lo que precede y ayuda a instaurar como ley el nexo de la culpa; y el sí mismo representa la racionalidad frente al destino. "Odiseo debe sustraerse a las relaciones jurídicas que lo circundan y amenazan y que en cierto modo están inscritas en toda figura mítica. (...) Desafío y ceguera son la misma cosa, y quien los desafía se hace con ello víctima del mito al que se expone. Ahora bien, la astucia es el desafío hecho racional".
[Theodor Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración, Madrid, Trotta, 3ª ed., 1998, págs. 97-128].

sábado, 9 de octubre de 2010

Hannah Arendt y Homero

Para Arendt en referencia a lo político, un valor formativo era la guerra de Troya, en cuyos vencedores los griegos veían a sus antepasados, y en cuyos vencidos veían los romanos a los suyos. Por eso se convirtieron en los pueblos gemelos de la antiguedad, porque la misma gesta sirvió a ambos como comienzo de su existencia histórica. Es importante que el canto homérico no guarde silencio sobre el hombre vencido, dando testimonio tanto de Héctor como de Aquiles; y que aunque los dioses hayan decidido de antemano la victoria griega y la derrota troyana, no convierten a Aquiles más grande que Héctor, ni la causa de los griegos más legítima que la troyana. "Homero canta esta guerra, datada tantos siglos atrás, de modo que, en cierto sentido, o sea en el sentido de la memoria poética e histórica, la aniquilación puede ser reversible. Esta gran imparcialidad de Homero, que no es objetividad en el sentido de la moderna libertad valorativa, sino en el sentido de la total libertad de intereses y de la completa independencia de juicio de la historia -contra la cual consiste en el juicio del hombre que actúa y su concepto de la grandeza-, yace en el comienzo de toda historiografía, y no sólo de la occidental; pues algo así como lo que entendemos por historia no lo ha habido nunca ni en ningún sitio donde el ejemplo homérico no haya sido, al menos indirectamente, efectivo".
Es conocido que los esfuerzos griegos para transformar la guerra de aniquilación en una guerra política no fue más allá de esta salvación retrospectiva que Homero poetizó, y fue esta incapacidad, la que llevó al derrumbamiento de las ciudades-estado griegas. La peitho divina del ágora, es una fuerza de convicción y persuasión que rige sin violencia ni coacción entre iguales y que lo decide todo, es política. Mientras la violenta guerra se excluye de lo poético y se comportaba como lo apolítico, en este caso se suprimía necesariamente la igualdad de los ciudadanos, que impedía mandar y obedecer, perteneciendo así al ámbito de lo no-político.
"Lo propiamente homérico en el relato de la guerra de Troya tuvo su plena repercusión en la manera en que la polis incorporó a su forma de organización el concepto de la lucha como el modo no sólo legítimo sino en cierto sentido superior de la convivencia humana. Lo que comúnmente se denomina espíritu agonal de los griegos, que sin duda ayuda a explicar (si es que algo así puede explicarse) que en los pocos siglos de su florecimiento encontremos condensada en todos los terrenos del espíritu una genialidad más grande y significativa que en ninguna otra parte, no es solamente el empeño de ser siempre y en todas partes el mejor, afán que Homero ya habla y que poseía en efecto tanto significado para los griegos que hasta se encuentra en su lengua un verbo para ello: aristeuein (ser el mejor), que se entendía no sólo como una aspiración sino como una actividad que colmaba la vida".
[Hannah Arendt, ¿Qué es política?, Barcelona, Paidós, 1997, págs. 108-110].

martes, 5 de octubre de 2010

La carta de Atenas de Le Corbusier

"Aislado, el hombre se siente desarmado; por eso se vincula espontáneamente a un grupo. Abandonado a sus propias fuerzas, sólo construiría su choza y llevaría, en la inseguridad, una vida de peligros y fatigas agravados por todas las angustias de la soledad. Incorporado al grupo, siente pesar sobre él la coerción de una disciplina inevitable, pero en cambio se encuentra seguro, en cierta medida frente a la violencia, la enfermedad y el hambre; puede pensar en mejorar su casa y también satisfacer su profunda necesidad de vida social. El hombre libre, convertido en elemento constituyente de una sociedad que le sostiene, colabora directa o indirectamente en las mil empresas que aseguran su vida física y desarrollan si vida espiritual. Sus iniciativas se tornan más fecundas, y su libertad, mejor defendida, sólo se detiene donde podría amenazar a la de otro. Si las empresas del grupo son acertadas, la vida del individuo se ensancha y ennoblece por ello. Pero si predominan la pereza, la necedad y el egoísmo, el grupo, presa de anomia y de desorden, sólo proporcionan rivalidades, odio y desencanto a cada uno de sus miembros. Un plan es acertado cuando permite una colaboración fecunda procurando el máximo de libertad individual. Resplandor de la persona en el marco del civismo".
[Le Corbusier, Principios de urbanismo. La carta de Atenas, Barcelona, Planeta, 1993, págs. 23-24].

jueves, 23 de septiembre de 2010

La aparición del arte para Duvignaud

Jean Duvignaud nos informa que con la aparición de las ciudades, presenciamos, que la expresión creadora realiza el tránsito del mito al libro. El mito, dice, dimana de una jerarquización deliberada que los grupos le imponen a la anarquía natural; la aparición de la ciudad-Estado presenta todos los aspectos de una violación o de un escándalo frente al medio en el cual aparece. El hecho de concentrar las actividades humanas en un espacio limitado y de modificar las relaciones entre los grupos, de reemplazar la violencia por la palabra jurídica, la guerra por el intercambio, y la dominación por la política, todo ello constituye una profunda revolución de los modos de vida y de las costumbres de la existencia. Podemos hablar del arte en el sentido moderno de la palabra en las ciudades griegas: porque el hombre en ellas fue consciente, por primera vez, de imaginar de acuerdo con lo verdadero. Se trata de ciudades libres, en las que la vida se concentra y acentúa sus formas de comunicación gracias a ese incremento de la densidad social en el marco de un espacio restringido. La aparición y desarrollo del arte pictórico, aparece en ese clima de concentración intensa, le imparte a la representación plástica el poder de devenir una exploración metódica de la extensión o del espacio, en la medida en que este espacio se convierte explícitamente en la experiencia misma del hombre.
En el seno de la ciudad, símbolo del espacio domeñado y vivido, conlleva sin duda la toma de conciencia del arte como tal. Aquí también el hombre descubre que se trata de imaginar de acuerdo con lo verdadero; y también en este caso, la realización del arte corresponde a la búsqueda de una definición del hombre. Sólo en este caso es donde cabe hablar de arte en el actual sentido de la palabra. Porque el arte es realmente una conducta orientada hacia lo imaginario y que este imaginario es la exploración de la experiencia; el arte corresponde a esta tentativa grandiosa de ordenación de la experiencia humana. Pero dado que las ciudades libres se convierten todas en tiranías, el arte acaba de ponerse al servicio de la potestad. La pintura se transformará para servir a la grandeza de un príncipe. Cambiará de función. A lo menos habrá representado una posibilidad viva, la de construir, aunque no más sea de paso, un orden humano en el cual la comunicación prevalece sobre la dominación.
[Jean Duvignaud, Sociología del arte, Barcelona, Península, 2ª ed., 1988, págs. 106-113].

domingo, 19 de septiembre de 2010

La ausencia de Mito para Bataille.

El espíritu que determina este momento del tiempo necesariamente se consume -e íntegramente extendido desea esa consunción. El mito y la posibilidad del mito se deshacen: sólo subsiste un vacío inmenso, amado y miserable. La ausencia de mito quizás sea ese suelo, inmutable bajo mis pies, pero quizás en seguida ese suelo desaparezca.
La ausencia de Dios no es la clausura: es la apertura del infinito. La ausencia de Dios es más vasta, es más divina que Dios (ya no soy por ende Yo, sino una ausencia del Yo: esperaba ese escamoteo y ahora soy jovial sin medida).
En el vacío blanco e incongruente de la ausencia, viven inocentemente y se deshacen mitos que ya no son mitos, cuya misma duración revelaría su precariedad. Al menos la pálida transparencia de la posibilidad tiene un sentido perfecto: como los ríos en el mar, los mitos, perdurables o fugaces, se pierden en la ausencia de mito, que es su duelo y su verdad.
La decisiva ausencia de fe es la fe inquebrantable. El hecho de que un universo sin mito sea un universo en ruinas -reducido a la nada de las cosas- al privarnos de ello equipara la privación con la revelación del universo. Si al suprimir el universo mítico hemos perdido el universo, eso mismo une a la muerte del mito la acción de una pérdida reveladora. Y actualmente, porque un mito ha muerto o muere, vemos mejor a través de él que si viviera: es el despojamiento lo que perfecciona la transparencia, y es el sufrimiento lo que nos vuelve joviales.
"La noche es también un sol" y la ausencia de mito es también un mito: el más frío, el más puro, el único verdadero.
[Georges Bataille, La felicidad, el erotismo y la literatura, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 3ª ed., 2008, págs. 77-78].

lunes, 13 de septiembre de 2010

El festín de Esopo

Octavio Paz escribe su poema "Blanco" en 1966, bajo la influencia del budismo tántrico, dónde medita sobre la paradoja del silencio poético, poema escrito en Nueva Delhi, simultáneamente con un sabio libro, Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo en dónde afirma:
"La esencia de la palabra es la relación y de ahí que sea la cifra, la encarnación momentánea de todo lo que es relativo. Toda palabra engendra una palabra que la contradice, toda palabra es relación entre una negación y una afirmación. Relación es atar alteridades, no resolución de contradicciones. Por eso el lenguaje es el reino de la dialéctica que sin cesar se destruye y renace sólo para morir. El lenguaje es dialéctica, operación, comunicación. Si el silencio del Buda fuese la expresión de este relativismo no sería silencio sino palabra. No es así: con su silencio cesan el movimiento, la operación, la dialéctica, la palabra. Al mismo tiempo, no es la negación de la dialéctica ni del movimiento: el silencio del Buda es la resolución del lenguaje. Salimos del silencio y volvemos al silencio: a la palabra que ha dejado de ser palabra. Lo que dice el silencio del Buda no es negación ni afirmación. Dice otra cosa, alude a un más allá que está aquí. Dice Sunyata: todo está vacío porque todo está pleno, la palabra no es decir porque el único decir es el silencio. No un nihilismo sino un relativismo que se destruye y va más allá de sí mismo. El movimiento no se resuelve en inmovilidad: es inmovilidad; la inmovilidad, movimiento. La negación del mundo implica una vuelta al mundo, el ascetismo es un regreso a los sentidos, Samsara es Nirvana, la realidad es la cifra adorable y terrible de la irrealidad, el instante no es la refutación sino la encarnación de la eternidad, el cuerpo no es una ventana hacia el infinito: es el infinito mismo. ¿Hemos reparado que los sentidos son a un tiempo los emisores y los receptores de todo sentido? Reducir el mundo a la significación es tan absurdo como reducirlo a los sentidos. Plenitud de los sentidos: allí el sentido se desvanece para, un instante después, contemplar cómo la sensación se dispersa. Vibración, ondas, llamadas y respuestas: silencio. No el saber del vacío: un saber vacío. El silencio del Buda no es un conocimiento sino lo que está después del conocimiento: una sabiduría. Un desconocimiento. Un estar suelto y, así, resuelto. La quietud es danza y la soledad del asceta es idéntica, en el centro de la espiral inmóvil, al abrazo de las parejas enamoradas del santuario de Karli. Saber que sabe nada y que culmina en una poética y en una erótica. Acto instantáneo, forma que se disgrega, palabra que se evapora: el arte de danzar sobre el abismo".
[Octavio Paz, Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo, Barcelona, Seix-Barral, 2008, págs. 127-128. Cursivas del autor].

domingo, 5 de septiembre de 2010

SHAKESPEARE Y HOMERO


Zumba el zángano alegre su bordón
mientras tiene su miel y su aguijón;
pero cuando su cola es cercanada,
la dulce miel y notas no son nada.

[William Shakespeare, "Troilo y Crésida", en Obras Completas, Madrid, Aguilar, 2007, 2 Vols. Vol. II, pág. 615].

sábado, 4 de septiembre de 2010

ATENEA

"Por su parte, Atenea, hija de Zeus, portador de la égida, dejó resbalar sobre el umbral de su padre el delicado vestido bordado, fabricado con la labor de sus propias manos, y vistiéndose con la túnica de Zeus, que las nubes acumula, se fue equipando con las armas para el lacrimógeno combate. A ambos lados de los hombros echó la floqueada égida terrible, cuyo contorno entero está aureolado por la Huida; en ella está la Disputa, el Coraje, el gélido Ataque, en ella está la cabeza de Górgona, terrible monstruo, espantosa y pavorosa, prodigio de Zeus, portador de la égida. Se caló el morrión de doble crestón y cuatro mamelones en la cabeza, áureo, ajustado con infantes de cien ciudades. Puso sus pies sobre el llameante carro y ansió la pica pesada, larga, compacta, con la que doblega las filas de los guerreros heroicos contra quienes cobra rencor la del pujante padre".
[Homero, Ilíada, Madrid, Gredos, 2006, pág. 105].

domingo, 29 de agosto de 2010

El escudo de Aquiles

El canto XVIII de la Ilíada, Tesis suplica a Efesto, el herrero de los dioses, que forje una armadura y un escudo para su hijo Aquiles. Homero describe el detalle las escenas cívicas, agrarias y pastoriles cinceladas en el escudo, un microcosmos de la vida cotidiana pacífica en tiempos homéricos. Comienza con la Tierra, la Luna, el Sol y las constelaciones repujadas en el centro, y termina con una escena de baile en Creta, cuyos pasos remeda el de los vericuetos del laberinto cretense, y con la mención del río Océano que según se creía rodeaba el mundo conocido. La descripción del escudo de Aquiles constituye seguramente la écfrasis más antigua conocida de la historia de la literatura, y el ejemplo de lo que algunos críticos modernos han venido a denominar "écfrasis nocional", es decir la representación literaria de una obra de arte imaginaria, en oposición a "écfrasis real", que describe una obra de arte existente.
Se sabe, por ejemplo, que la maestría de describirlo pintándolo no como estaba en un momento dado de la acción narrada, sino como se hacía en la fragua de Vulcano. Desde entonces, en la literatura europea, una buena descripción es una descripción temporizada, técnica descriptiva y narrativa a la vez, que nos invita a considerar la descripción como partes integrantes de la narración. Podemos afirmar que la descripción y el relato son los dos testigos que dicen la verdad poética de la narración, y la frontera entre ellos es una frontera interna.
[Véase, Homero, Ilíada, Madrid, Gredos, 2006, págs. 379-384; Harald Weinrich, "Al principio era la narración", en Tzvetan Todorov y otros, La crisis de la literalidad, Madrid, Taurus, 1987, págs. 110-111].

martes, 24 de agosto de 2010

Guerra y Homero

Teggart nos explica que todavía no hay investigaciones concluyentes sobre si el avance humano ha sido resultado de la guerra, unos investigadores opinan que la guerra ha sido el mayor estímulo de progreso social, el más poderoso excitante que se conoce para todas las facultades.
"El intenso instinto de autoconservación impulsará una energía intelectual que ninguna otra cosa puede despertar. Las obras más grandiosas de la imaginación, los estallidos inmortales de los poetas, de Homero a Whitman, han estado bajo el estímulo del grito de guerra que retumbaba en sus oídos". Es obvio que la guerra ha desempeñado un papel significativo en el avance de la humanidad, pero sus beneficios han estado limitados a la ruptura de sistemas cristalizados de organización y de pensamiento. De donde se deduce que en el pasado, la entrada del avance humano ha sido el conflicto violento entre los representantes de las formas viejas y nuevas de acción y pensamiento, ya se manifiestan estas en Estados, en grupos dentro del Estado o en individuos. Y de la importancia de la interacción de ideas, de formas distintas de civilización como primera causa del progreso.
[Frederick J. Teggart, "Politización e individualidad", en Robert Nisbet, Thomas S. Khun, Lynn White y otros, Cambio social, Madrid, Alianza Universidad, 1988, págs. 180-181].

viernes, 20 de agosto de 2010

Teúrgia


Teúrgia y furor divino tenían un origen común y finalidades semejantes: liberar el alma de sus ataduras terrestres, rescatarla, purificarla y conducirla hacia el Uno. La teúrgia, bajo las enseñanzas del primer teólogo, Hermes Trimegisto, y después la poesía, dirigida por el hijo de Hermes, Orfeo, el segundo entre los teólogos, fueron los que inspiraron y empujaron a los hombres para que cantaran y se dirigieran a los dioses. Orfeo, junto con Alfión y Arión, fueron los primeros en conducir al hombres a edificar una costumbre absurda con trozos de roca y madera, es decir, estatuas y pinturas, primeros en conducir a la humanidad frente a ídolos. La filosofía había quedado como el tercer método de interrogación a dios.
El último grado del furor divino, escribía Proclo, dejaba el alma en los umbrales del Ser Supremo. El hombre no alcanzaba a unirse a Uno, que seguía siendo objeto de contemplación del sujeto. Cercanamente al Uno, el furor religioso se apaciguaba. El alma ya no podía seguir ascendiendo.
Por ello, la teúrgia era considerada superior a todo delirio; y en la época de decadencia del Imperio Romano, la teúrgia suplía la necesaria y confiada introspección anímica requerida por la filosofía del furor. La razón era incapaz por sí sola de comprender a Dios.
La ausencia de toda actividad racional en la iluminación del alma: ésta era la única diferencia entre el furor divino y la teúrgia. Mientras que el primero exigía que el hombre se esforzara en no dejarse llevar por los sentidos físicos y en prepararse para ser atraído y guiado por Dios hacia la Mente, en la segunda el hombre se abandona a la pasiva contemplación de la estatua transfigurada. No se le exigía ningún esfuerzo, Dios, en cuya mirada se entragaba, lo suplía todo, porque los hombres necesitaban ver a los dioses y perderse en ellos en fin de olviarse de ellos mismos.
[Pedro Azara, Imagen de lo invisible, Barcelona, Anagrama, 1992, págs. 54-55].

sábado, 14 de agosto de 2010

GRECIA Y FAULKNER

Preguntado William Faulkner cómo llamó a su novela Luz de agosto, respondió:
"En agosto en Mississippi hay unos cuantos días a mediados de mes en que súbitamente aparece una premonición de otoño, refresca, hay algo diáfano, una calidad luminosa, como si la luz no llegara sólo de hoy, sino desde los remotos tiempos clásicos. Puede contener faunos y sátiros y dioses y de Grecia, del Olimpo. Dura un día o dos, luego desaparece, pero en mi tierra esto ocurre cada agosto, y éste es el significado del título, para mí se trata simplemente de un título agradable y evocativo porque en ese momento me recordaba una luminosidad más antigua que nuestra civilización cristiana".
[Michael Millgate, William Faulkner, Barcelona, Barral Editores, 1972, pág. 200].

jueves, 12 de agosto de 2010

FRANZ KAFKA Y POSEIDÓN

Dice Kafka: "Poseidón se sentó ante su mesa de trabajo y revisó las cuentas. La administración de todos los océanos lo tenía muy atareado. (...) Lo que más le irritaba -y eso era lo que le indisponía con su trabajo-, eran los rumores que circulaban sobre él. Por ejemplo, que constantemente cabalgaba sobre las olas con su tridente, como un cochero, cuando la verdad era que se encontraba sentado en las profundidades de los océanos sin terminar nunca las cuentas. La única interrupción a ésa monotonía era, de vez en cuando, un viaje hasta Júpiter, del cual siempre regresaba exasperado. De ahí que casi no conocía los océanos, sólo los había visto en sus furtivas ascensiones al Olimpo. Y no se podía afirmar que realmente los hubiera navegado. Acostumbraba decir que lo haría cuando el mundo tocara a su fin, sólo para entonces tendría un momento de descanso. Justo antes del fin del mundo y sólo después de haber revisado la última cuenta le daría tiempo para una rápida gira".
[Franz Kafka, "Poseídón", Obras Completas, Barcelona, Edicomunicación, 1988, IV Vols. Vol. IV, págs. 1285-1286].

sábado, 7 de agosto de 2010

EL LABERINTO

"Este es el laberinto de Creta. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro que Dante imaginó como un toro con cabeza de hombre y en cuya red de piedra se perdieron tantas generaciones. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro que Dante imaginó como un toro con cabeza de hombre y en cuya red de piedra se perdieron tantas generaciones como María Kodama y yo nos perdimos. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro que Dante imaginó como un toro con cabeza de hombre y en cuya red de piedra se perdieron tantas generaciones como María Kodama y yo nos perdimos en aquella mañana y seguimos perdidos en el tiempo, ese otro laberinto".
[Jorge Luis Borges, Atlas, Buenos Aires, Emece Editores, 2008, pág. 36].

miércoles, 4 de agosto de 2010

El viaje para Albert Camus

Dice Camus, "El hombre está frente a frente consigo mismo: lo desafío a que sea feliz... Y, no obstante, ésa es la iluminación que le aporta el viaje. Surge un hondo desacuerdo entre él y las cosas. En ese corazón menos resistente entra con mayor facilidad la música del mundo. En esa tremenda indigencia, en fin, el mínimo árbol aislado se convierte en la más tierna y más frágil de las imágenes. Obras de arte y sonrisas de mujeres, razas de hombres plantadas en la tierra y monumentos en los que se resumen los siglos: el viaje compone un emocionante y sensible paisaje. (...) Pues lo que le da precio al viaje es el miedo. Destruye en nuestro fuero interno algo así como un decorado interior. (...) El viaje nos priva de ese refugio. Lejos de los nuestros, de nuestra lengua, arrebatados de cuanto nos sirve de apoyo, despojados de nuestras máscaras, (...) nos hallamos por completo en la superficie de nuestras personas. (...) Puedo decir, y lo diré dentro de un rato, que lo que cuenta es ser humano y sencillo. No, lo que cuenta es ser auténtico, y entonces ahí entra todo, la humanidad y la sencillez".
[Albert Camus, El revés y el derecho, Madrid, Alianza Editorial, 2006, págs. 64-79-80 y 90].

sábado, 17 de julio de 2010

Atlante

Atlante fue rey de Mauritania, hijo de Japeto y de Climenes, hermano de Prometeo; fue grande astrólogo y el primero que disputó de la esfera. Dicen los poetas de él que tuvo aviso de un oráculo que se guardase de todos los hijos de Júpiter, mostrándole la cabeza de la gorgona Medusa, le convirtió en piedra o monte, que de su mismo nombre se llamó Atlas o Atlante, tan alto, que nunca se ve su cumbre; y ansí fingen los poetas que sustenta el cielo en los hombros, el cual, por todas estas cosas, y lo principal por lo verdadero de su historia, dice de él Virgilio, príncipe de los poetas: Éste es el lugar de Etiopía donde Atlas, que soporta el cielo, hace girar con su hombro la bóveda celeste llena de estrellas; y por ser Atlas grande astrólogo, fingiendo que tenía y sustentaba el cielo sobre sus hombros.
[Agustín de Rojas Villandrando, El viaje entretenido, Jean Pierre Ressot (ed.), Madrid, Castalia, 1995, pág. 488].

sábado, 10 de julio de 2010

ULISES Y MERLIN

Rof Carballo nos habla del dinamismo transfigurador de los arquetipos de lo femenino representado en la Odisea, donde descubrimos las cuatro personificaciones de lo femenino que el hombre tiene que encontrar, para sufrir en la totalidad de su persona, la transformación que ha de convertirle en hombre en la plenitud de su vida. Nausicaa, la imagen de la virginal doncella, el sueño de la juventud. Circe o Calipso, las hechiceras, magas o encantadoras que sujetan, momentáneamente, a Odiseo con sus sortilegios. Perséfone, la diosa de las profundidades y de la muerte, y Penélope, la tejedora, la madre paciente, la esposa.
Rara vez en la historia del espíritu humano han podido fundirse las cuatro figuras polares de lo femenino en una sola mujer. Quizá nos dice Carballo que sea Bethsabé bíblica, primero amante, después esposa, más tarde madre, y por último, sabiduría suprema, a la que Salomón hijo canta el más bello himno de amor que se recogen en las Sagradas Escrituras. Hay otra que aparece en la mitología celta, en la leyenda de la selva de Brocelandoa, la del sabio Merlin, en donde aparece la figura de Viviana, que lo fue todo; Nausicaa inspiradora, esposa, es decir, Penélope, esperando paciente la llegada de Merlin, y a la vez Circe la encantadora. Pero también fue Perséfone, el riesgo de morir, de ser destruido el hombre por el eterno femenino.
[Véase, Juan Rof Carballo, Entre el silencio y la palabra, Madrid, Espasa-Calpe, 1990, págs. 333-335].

viernes, 2 de julio de 2010

Zeus y Hera

"Entre tanto Hera se acercó rauda a lo alto del Gárgaro, cúspide del elevado Ida. La vio Zeus, que las nubes acumula, y, nada más verla, el amor le envolvió las sagaces mientes, como la primera vez que se habían unido en el amor, cuando ambos acudieron al lecho a escondidas de sus padres.
Se presentó ante ella, la llamó con todos sus nombres y dijo:
¡Hera! ¿A dónde vas, que tan aprisa bajas aquí del Olimpo? Hete aquí sin caballos ni carro en los que poder montar.
Con dolosa mente le dijo la augusta Hera:
Voy a los confines de la feraz tierra a ver a Océano, progenie de los dioses, y a la madre Tetis, que en sus moradas me criaron bien y me mimaron. A ellos voy a ver para poner fin a sus indecisas querellas. Pues ya hace mucho que están apartados el uno del otro sin lecho y sin amor, desde que ira les invadió el ánimo. Al pie del Ida, rico en manantiales, están parados los caballos que me llevarán por la condensada y húmeda superficie. Pero ahora por ti he llegado aquí de lo alto del Olimpo, temerosa de que luego te irrites conmigo, si en silencio me marcho a la morada de Océano, de profunda corriente.
En respuesta le dijo Zeus, que las nubes acumula:
¡Hera! Ya tendrás tiempo de partir allá más tarde. Ea, nosotros dos acostémonos y deleitémonos en el amor. Nunca hasta ahora tan intenso deseo de diosa o de mujer me ha inundado el ánimo en el pecho hasta subyugarme; ni cuando me enamoré de la esposa de Ixión, que dio a luz a Pirítoo, consejero comparable con los dioses; ni cuando de Dánae Acrisiona, la de bellos tobillos, que dio luz a Perseo, descollante entre todos los hombres; ni cuando de la hija de Fénice, cuya gloria llega lejos, que dio luz a Minos y a Radamantis, comparable a los dioses; ni tampoco cuando de Sémele, ni de Alemena de Tebas, que engendró a Hércules, de esforzadas entrañas; y Sémele dio luz a Dioniso, gozo para los mortales; ni cuando la soberana Deméter, de hermosas bucles; ni cuando de la eximia Leto, ni cuando de ti misma; tan enamorado estoy ahora de ti y tan dulce deseo me domina".
[Homero, Ilíada, Madrid, Gredos, 2006, págs. 282-283].