lunes, 28 de diciembre de 2009

EL SABER HISTÓRICO

Para Julián Marías el hombre se encuentra adscrito a una circunstancia determinada, a un aquí y un ahora en el que le ha tocado vivir. Su historicidad es un modo de cautividad o servidumbre; ser es ser esto y no lo otro, vivir es encontrarse en una circunstancia y hacer en ella determinadas cosas, con exclusión de todas las demás. Pero como en el hombre actúan las demás circunstancias en que ha estado y todo lo que alguna vez le ha pasado y ha hecho, solo cuando esto se conoce se toma plena posesión de sí mismo, se es dueño de sí, y, por consiguiente, libre. El hombre se evade de su historicidad mediante la historia como saber, es decir, afirmándose radicalmente en ella. La historia permite al hombre transmigrar hermenéuticamente de su circunstancia a las demás, y así hacerlas suyas; solo con ella toma íntegra posesión de sí mismo, y sale de la angostura de su circunstancialidad y de las interpretaciones tradicionales recibidas a la realidad misma, allende todas las interpretaciones. Solo con la razón histórica -con razón que es la historia misma- puede el hombre dar razón de sí mismo y proyectar libremente su vida personal, desde su realidad originaria e irreductible. La historia es el órganon de la autenticidad.
[Julián Marías, Introducción a la Filosofía, Madrid, Revista de Occidente, 11ª ed., 1971, pág. 437. Cursivas del autor].

miércoles, 23 de diciembre de 2009

JANO Y HERMES


Jano, creador de Roma, durante su reinado se le atribuyeron caracteres de la edad de oro: honestidad perfecta en los seres humanos, abundancia, paz completa. Un hijo suyo fue Tiber, epónimo del río. Fue el dios romano de los accesos y las puertas públicas por las que confluían los caminos. Dios de la partida y el regreso. Eduardo Cirlot lo define: "Jano: contradicciones, paradojas. Mirada del pasado y del presente. Las dos caras, insinceridad e hipocresía. Ilustración, lucha contra todos los maniqueísmos. Don de conocer tanto el pasado como el presente". Personalmente creo que la última definición es la que más me atrae, un dios capaz de ver el pasado y el presente a un mismo tiempo, fuerte símbolo: "Las visiones del futuro expresan el ethos de una época". Los símbolos recojen emotividad, afecto, rasgos del inconsciente, de la líbido y hasta arquetipos humanos muy básicos, así como significados religiosos. Hay una carga afectiva muy fuerte en los símbolos, un significado emocional muy poderoso; por eso son tan importantes. Representan esos aspectos profundamente humanos, por lo cual se plantean como algo que hace vivir, que mueve en la vida a actuar. Es curioso que Cervantes nombrara a Don Quijote como Alonso Quijano. Jano es una figura análoga a Hermes, el dios alado del Olimpo e inventor del fuego, por su relación o nexo de significación entre las cosas, como él, el dios del paso y de la doble relación. De Hermes proviene la palabra hermenéutica para el arte de interpretación de significados ocultos. Zeus, su padre, al ver en él un "diocesito muy ingenioso y persuasivo", le encomendó entre sus obligaciones: "hacer tratados, la promoción del comercio, y el mantenimiento del libre derecho de paso para viajeros de todos los caminos del mundo". Hermes además ayudó a las Tres Parcas a componer el alfabeto, inventó la astronomía, la escala musical, las artes del boxeo y de la gimnasia, los pesos, las medidas y el cultivo del olivo.
[Véase Eduardo Cirlot, Diccionario de los símbolos, Barcelona, Siruela, 10ª ed., 2006, pág. 265; Andrés Ortiz-Osés, Patxi Lanceros, Diccionario de la existencia de asuntos relevantes de la vida humana, Barcelona, Anthropos, 2006, pág. 553; Robert Graves, Los mitos griegos, Barcelona, Ariel, 5ª ed., 1991, pág. 27].

viernes, 11 de diciembre de 2009

LA ODISEA DE LA VIDA

Así imagina Gustave Doré el Edén, en donde Adán y Eva viven en armoniosa y amorosa condescendencia, y así lo explica Milton en El Paraíso Perdido:
"Dos se destacan por su noble forma,
Altas y erguidas cual si fueran dioses,
Vestidas con el natural honor
De su desnuda majestad, parecen
Los señores de todo, y dignos de ello
Se mostraban, pues en su faz divina
Resplandecía la gloriosa imagen
De su creador, verdad, sabiduría,
Santidad severa y pura, severa
Pero asentada en la verdadera
Libertad filial, de donde nace
La libertad auténtica del hombre..."
Al final de El Paraíso Perdido, Adán y Eva se han arrepentido de sus pecados y les han sido concebidos "muchos días" de vida mortal; pero no en el Paraíso. Entonces es cuando el arcángel San Miguel conduce a Adán a la cima de un monte y le muestra el futuro, incluida la venida de Cristo y su redención del pecado de Adán. Éste siente a un tiempo "gozo y asombro" ante un cambio que no comprende:
"¡Oh infinita bondad, bondad inmensa!
Que hará todo este bien surgir del mal,
Y el mal volverse bien; más asombroso
Que aquél que al principio de la creación
Trajo la luz de las demás tinieblas..."
Para Roger Shattuck el universo de Adán ha quedado totalmente transformado, sus versos representan la expresión literaria más conocida de la Caída Venturosa, una contradicción o inversión de la interpretación que había sido gradualmente adoptada como doctrina cristiana en la Edad Media. Para nosotros representa ese conocimiento ambiguo que simboliza todo lo humano, lo paradójico que asimilamos con dificultad, una contradicción afirmada.
[John Milton, El Paraíso Perdido, Madrid, Cátedra, 1986, págs. 191 y 501; Roger Shattuck, Conocimiento Prohibido, Madrid, Taurus, 1998, págs. 399-400].

miércoles, 9 de diciembre de 2009

ULISES Y CIRCE

La diosa y hechicera Circe, hija de Helios y Perseis, la que transformaba a sus enemigos en animales, como así hizo convirtiendo en puercos a la mitad de la tripulación de Ulises, y que dedicaba el tiempo en trabajar en un gran telar, se enamora del héroe homérico y dicen que tuvieron tres hijos, como así nos cuenta Hesíodo al final de su Teogonía: Agrio, Latino y Telégono; mientras Dionisio de Halicarnaso cita a Xenágoras el historiador que afirmaba que los tres hijos de Odiseo y Circe se llamaban Romo, Antias y Árdeas, epónimos de Roma, Anzio y Ardea respectivamente.
Cuando Odiseo, es decir Ulises, despierta de su dulce amancebamiento con la diosa y piensa en seguir el viaje hacia casa, ésta le dice:
"Hijo de Laertes, de linaje divino, Odiseo rico en ardides, no permanezcáis más tiempo en mi palacio contra vuestra voluntad. Pero antes tienes que llevar a cabo otro viaje; tienes que llegarte a la mansión de Hades y la terrible Perséfone para pedir oráculo al alma del tebano Tiresias, el adivino ciego, cuya mente todavía está inalterada. Pues sólo a éste, incluso muerto, ha concedido Perséfone tener conciencia; que los demás revolotean como sombras.
Así dijo, y a mí se me quebró el corazón. Rompí a llorar sobre el lecho, y mi corazón ya no quería vivir ni volver a contemplar la luz del sol".
[Homero, Odisea, Madrid, Cátedra, 11ª ed., 2000, pág. 198].

lunes, 7 de diciembre de 2009

Hombres-dioses

Para Patrick Harpur ha habido tiranos monstruosos en sociedades no-cristianas, y propone que todos ellos son producto de ese monoteísmo cuya inversión conduce a la monomanía. Incluso en culturas politeístas, como la antigua Roma, los Hombres-dioses (Calígula, Nerón) seleccionaron a un solo dios del panteón (Zeus, Apolo) con el que identificarse.
Recuerdo la visión de Calígula de Albert Camus, y sobre todo, la sensación de vacío, de pura nada, de soledad en la que lo describe, en un rapto de locura frente a su imagen reflejada en un espejo:
"¡Calígula! Tú también, también tú eres culpable. ¡Entonces, ¿no es verdad?, un poco más, un poco menos! ¿Pero quién se atrevería a condenarme en este mundo sin juez, donde nadie es inocente? (Con acento de angustia, apretándose contra el espejo). Ya lo ves, Helicón no ha venido. No tendré la luna. Pero qué amargo es tener razón y deber llevarla a su consumación. Porque me da miedo la consumación. ¡Ruido de armas! Es la inocencia, que prepara su triunfo. ¿Por qué no estaré en su lugar! Tengo miedo. Qué asco, después de haber despreciado a los demás, sentir la misma cobardía en el alma. Pero no importa. Tampoco el miedo dura. Voy al encuentro de ese gran vacío dónde el corazón se sosiega. (Retrocede un poco, vuelve hacia el espejo. Parece más tranquilo. Reanuda el discurso, pero en voz más baja y concentrada). ¡Todo parece tan complicado! Sin embargo, ¡todo es tan sencillo! Si yo hubiera conseguido la luna, si bastara el amor, todo habría cambiado. ¿Pero dónde saciar esta sed? ¿Qué corazón, qué dios tendrían para mí la profundidad de un lago? (De rodillas y llorando). Nada hay, en este mundo ni en el otro, hecho a mi medida. Sin embargo sé, y tú también lo sabes (tiende las manos hacia el espejo llorando), que bastaría que lo imposible exista. ¡Lo imposible! Lo he buscado en los límites del mundo, en los confines de mí mismo, he tendido mis manos (gritando), tiendo mis manos y eres tú lo que encuentro, siempre tú frente a mí, y estoy lleno de odio hacia ti. No he tomado el camino verdadero, no llego a nada. Mi libertad no es la buena. ¡Helicón! ¡Helicón! ¡Nada! Nada todavía. ¡Ah, cómo pesa esta noche! Helicón no vendrá; ¡seremos culpables para siempre! Esta noche pesa tanto como el dolor humano".
[Patrick Harpur, El fuego secreto de los filósofos, Girona, Atalanta, 2006, págs. 405-406; Albert Camus, Calígula, Madrid, Alianza Editorial, 1994, pág. 111].

domingo, 22 de noviembre de 2009

ESENCIA DE LO GRIEGO PARA EL HOMBRE

Para conocer la esencia de algo es necesario reconocer que la realidad ha sido históricamente entendida de muy diversas maneras. En primer lugar como poder, ejemplos encontramos en el saber y en las religiones de las mentalidades ya desarrolladas. Otro modo de entender la realidad es como fuerza, una fuerza sui generis, la fuerza de la realidad, entendiendo que la realidad de lo real consiste en que cada cosa real es algo de suyo, y podría denominarse "nuda realidad". Con ello nació lentamente en Grecia nuestro saber. Estos tres caracteres, poder, fuerza y nuda realidad, competen a toda concepción de lo real en cualquier momento histórico, con lo que podemos afirmar que en toda aprehensión de lo real están estos tres caracteres.
Existe una antropología científica, otra filosófica y otra teológica que se ignoran entre sí y cuyo resultado es que jamás el hombre se ha convertido en algo tan problemático para sí mismo como en la actualidad. Parece ser que ahora, como en ningún otro tiempo, no tenemos una idea clara del hombre. Vemos que lo griego se interesa, concienzudamente, por lo mejor. Lo mejor del hombre, ya una vida mejor, el Estado mejor o un mundo mejor, y que según sus convicciones lo mejor se desarrolla siempre en lo divino. De donde se puede deducir que la perfección del hombre pariente de los dioses habría de consistir en sacar provecho de dicho parentesco, mediante un esfuerzo positivo de elevación y asimilación.
[Véase, José S. Lasso de la Vega, "El concepto del hombre en Grecia", en Estudios Clásicos, Tomo 22, Nº 81-82, 1978, págs. 111-134; Xavier Zubiri, Sobre la esencia, Madrid, Alianza Editorial, 1985, págs. 510-511].

miércoles, 18 de noviembre de 2009

PERSEO Y ANDRÓMEDA

El mito de Perseo es complejo, desde el punto de vista de que juega con la noción de perspectiva y profundidad de la trama. Cuando tiene que dar muerte a Medusa pide consejo a Atenea que primero le lleva a Dicterión, en Samos, donde están expuestas una imágenes de las Gorgonas, para que así pueda distinguir a Medusa de sus dos hermanas. Atenea también le enseña a no mirarla de frente, sino sólo su reflejo, en el escudo extremadamente pulido que le entrega. De Hermes obtiene Perseo una hoz diamantina, más conectada a la siega que a la guerra. Llevará a cabo su tarea, aunque también necesite unas sandalias aladas, como las de Hermes, para volar velozmente. Una alforja, donde meter la cabeza cortada; y el negro casco de la invisibilidad que pertenece a Hades. Para conseguirlos tiene que hacer un viaje al Inframundo, donde se encuentran las ninfas estigias a cargo de éstos artículos. Primero visita a las tres Greas, hermanas de las Gorgonas, que son las únicas que conocen el paradero de las ninfas, a las que tiene que engañar para que lo orienten. Una vez que localiza a Medusa, anda Perseo hacia atrás y sostienen el escudo pulido para atrapar su imagen, de ese modo no tiene que mirarla directamente y la decapita con la hoz diamantina.
Con respecto a Andrómeda, desnuda y encadenada se encuentra en un acantilado como sacrificio a un monstruo marino que estaba devastando el reino de su padre. Su salvación es la parte órfica de la historia de Perseo. El monstruo marino está conectado a Medusa a través de Poseidón, sin embargo, esta vez no es Perseo el que mira el reflejo del monstruo, sino que le distrae con la imagen de Perseo reflejada en el agua, permitiéndole a él bajar volando y decapitarlo.
Algunas conclusiones podemos sacar del inconsciente que se enfrenta a las imágenes, en que nos imagina, es tan importante como el modo en que nosotros imaginamos.
El retrato de Doré es de gran belleza. [Véase Patrick Harpur, Realidad Daimónica, Girona, Atalanta, 2007, págs. 403-408].

miércoles, 4 de noviembre de 2009

sábado, 31 de octubre de 2009

Corazón de Ulises


A Carlos y Santi, con amistad

Así se titula el recomendable libro de Javier Reverte, un viaje griego del presente con la continua mirada sobre el pasado. Es un viaje literario, que como dice su autor, recorre el camino tres veces: al idearlo, al pisarlo y al escribir de regreso. La dedicatoria es de Henry Miller, otro viajero de las profundidades del alma humana: "Si los hombres dejan de creer que un día se convertirán en dioses, entonces con toda seguridad no pasarán de ser gusanos". Nombra en multitud de ocasionas otro viaje igualmente complejo y rico en la galería de tipos humanos, El cuarteto de Alejandría (Justine, Balthazar, Mountolive) de Lawrence Durrell:
"Señor del árbol sacudido
de la extremidad del hombre,
¡conserva nuestras pequeñas hojas firmes,
sobre ramas libres de mal,
porque somos tus hijitos!

Que al mismo tiempo no puede dejar de evocarnos al gran filósofo Isaiah Berlin, en El fuste torcido de la humanidad, resumen moral y político sobre la comprensión de nosotros mismos como agentes de la civilización moderna, cuyo título proviene de una frase de Kant: "Con un leño tan torcido como aquel del cual ha sido hecho el ser humano nada puede forjarse que sea del todo recto"; con lo que la mirada serena del pensador pasa revista al conjunto de errores que han enturbiado la puesta en marcha de los ideales racionalistas a los que no es posible ni deseable renunciar.
Pero volvamos a Reverte, que cual Ulises contemporáneo camina el presente con la mirada puesta en el pasado, y nos hace pensar:
"Miras y piensas que pudo ser aquella aventura griega...
Y te dices: ¿dónde la mesura?
Pues todo fue exageración, todo fue exceso. Y sabes que eso es lo que nos enamora de Grecia: su empeño en una búsqueda del equilibrio imposible. Porque tal vez la mesura, la ley, la razón, la belleza absoluta y la armonía ideal sólo se alcanza si uno exagera, si se vulneran los dictados de Dios y de la Naturaleza en nombre de la Libertad.
Conócete a ti mismo, sí, pero rompiendo la medida que te han impuesto y en busca de la tuya propia. Eso, imagino, sólo puede hacerse exagerando, caminando la senda del exceso, por el sendero de la pasión que nos hace libres. Ahí reside, creo, la valiente y humana contradicción del hombre griego".
[Javier Reverte, Corazón de Ulises, Madrid, Aguilar, 1999, pág. 383; Lawrence Durrell, Mountolive, Barcelona, Edhasa, 1986, pág. 336; Isaiah Berlin, El fuste torcido de la humanidad, Barcelona, Península, 1992, pág. 14].

domingo, 25 de octubre de 2009

Homero, creador de Penélope

El mito de Penélope es el de la fidelidad femenina. Esposa de Ulises, rey de Ítaca y madre de Telémaco, resistió largo tiempo el acoso de sus pretendientes, manteniéndose fiel a su marido, que había ido a la guerra de Troya (Ilíada), y pasó diez años tratando de regresar a su casa, Ítaca (Odisea). Prometió Penélope que elegiría marido entre ellos el día que terminase de tejer un sudario para su suegro, Laertes. Se pasaba el día tejiendo y la noche la dedicaba a destejer lo urdido, durante tres años se entretuvo hasta que una criada la traicionó. A su regreso Ulises dió muerte a los pretendientes, que no querían a Penélope sino por lo que representaba, el reino de Ítaca. Destacamos la paciencia y prudencia de Penélope, y su habilidad para manejar a aquellos ansiosos de riquezas que devastaban su hacienda. Homero hace un retrato de ella en todo momento digna y majestuosa. Así cuenta Homero el engaño:
"Jóvenes pretendientes míos, puesto que ha muerto el divino Odiseo, aguardad, aunque deseéis mi boda, hasta que acabe este manto -no sea que se me pierdan los hilos-, este sudario para el héroe de Laertes, para cuando le arrebate la luctuosa Moira de la muerte de largos lamentos, no sea que alguna de las aqueas en el pueblo se irrite conmigo si yace sin sudario el que poseyó mucho. Así habló y enseguida se convenció nuestro noble ánimo. Conque allí hilaba su gran telar durante el día y por la noche lo destejía, tras colocar antorchas a su lado. Así que su engaño pasó inadvertido durante tres años y convenció a los aqueos, pero cuando llegó el cuarto año y trascurrieron las estaciones, sucediéndose los meses, y se cumplieron muchos días, nos lo dijo una de las mujeres -ella lo sabía bien- y sorprendimos a ésta destejiendo su brillante tela".
[Homero, Odisea, Madrid, Cátedra, 2000, pág. 386].

sábado, 17 de octubre de 2009

ATENEA Y ODISEO....



Se ha estudiado detenidamente la relación entre Atenea y Ulises en Odisea, la diosa y el héroe se complacen en los virtuosismos del engaño, y se mienten mutuamente en alegre competencia por la mejor falsía. Comercian y regatean como comerciantes y procuran estafarse lo que pueden con verdadera maestría y voluntad de latrocinio. Homero sabe que entre un hombre y una mujer puede haber intereses intelectuales tanto como sentimentales, con lo que vaticina que la mujer es astuta en ardid y que es mejor no contarla todo, para así no ser víctima del juego femenino. La sexualidad y belleza femenina pueden actuar como objeto de deseo del macho hacia ellas, aunque también funciona lo contrario, y el hombre puede caer bajo dicho influjo. Mucho podíamos hablar de esta asunto, tan abundante en toda la literatura universal y tan generalizado como la distinción entre los sexos. Y ahora el ejemplo, Atenea se burla amablemente de Ulises y le dice:
"Así dijo y sonrió la diosa de ojos brillantes, Atenea, y lo acarició con su mano. Tomó entonces el aspecto de una mujer hermosa y grande, conocedora de labores brillantes, y le habló y dijo aladas palabras:
Astuto sería y trapacero el que te aventaja en toda clase de engaños, por más que fuera un dios el que tuvieras delante. Desdichado, astuto, que no te hartas de mentir, ¿es que ni siquiera en tu propia tierra vas a poner fin a los engaños y las palabras mentirosas que te son tan queridas? Vamos, no hablemos ya más, pues los dos conocemos la astucia: tú eres el mejor de los mortales todos en el consejo y con la palabra, y yo tengo fama entre los dioses por mi previsión y mis astucias. Pero ¡aún no has conocido a Palas Atenea, la hija de Zeus, la que te asiste y protege en todos tus trabajos, la que te ha hecho querido a todos los feacios! De nuevo he venido a ti para que juntos tramemos un plan para ocultar cuantas riquezas te donaron los ilustres feacios al volver a casa por mi decisión, y para decirte cuantas penas estás destinado a soportar en tu bien edificada morada. Tú has de aguantar por fuerza y no decir a hombre ni mujer, a nadie, que has llegado después de vagar; soporta en silencio numerosos dolores aguantando las violencias de los hombres".
[Homero, Odisea, José Luis Calvo (ed.), Madrid, Cátedra, 11ª ed., 2000, págs. 240-241; George Steiner, Lenguaje y silencio, Sevilla, Gedisa, 2ª ed., 2006, págs. 208-209].

lunes, 5 de octubre de 2009

Lisístrata de Aristófanes, tratado de las pasiones humanas

En 411 a.C., Aristófanes pone en escena la comedia Lisístrata, en la que las mujeres atenientes y espartanas, hartas de la guerra del Peloponeso, idean un plan para que sus maridos dejen de luchar: una huelga de sexo. Vislumbran las comedias más significativas de este autor el comienzo de la decadencia económica y política ateniense; crítica política y social que deja traslucir sus dificultades a causa de la guerra y las tensiones internas que viven sus ciudadanos. Se percibe en ella un deseo de evasión debido, sobre todo, al pesimismo de la derrota. Atenas cuando se representa esta obra ha perdido la guerra contra Esparta y sufre una guerra civil. En la comedia se ofrece ilusoriamente la paz que en la escena consiguen Lisístrata y el coro de mujeres, mediante una genial estrategia, una huelga sexual de las mujeres que haga recapitular a los hombres. Al mismo tiempo, las mujeres han ocupado la Acrópolis y se han apoderado del tesoro de la ciudad, con el fin de que no se gaste en cosas tan inútiles como la guerra. Ante el sufrimiento tanto de hombres como de mujeres la estrategia de Lisístrata comienza a dar resultados, los espartanos no pueden resistir por más tiempo la huelga sexual y, en plena erección, vienen a negociar la paz con los atenienses. Lisístrata consigue su objetivo, la paz y reconciliación entre atenienses y espartanos y, consecuentemente, entre hombres y mujeres. El final es una f¡esta con abundancia de comida, danzas y cantos.
Hay varios paradigmas sociales que Aristófanes ve: la guerra degenera en búsqueda de la paz, que en definitiva es la búsqueda de la felicidad, pero son las mujeres, las que no tienen participación en la guerra las que lo han conseguido. Unido a lo anterior es el tema del mundo al revés, es decir, las mujeres son las que toman en mando a la fuerza, sexual y monetaria, sobre los hombres. Dos de los grandes ejes que mueven el mundo son magnífica y grotescamente interpretados por el poeta, con constantes referencias a los órganos sexuales femeninos y masculinos, la libertad de los instintos y la del lenguaje que acompaña a la libertad festiva. Ya lo avisó Pericles en su "Discurso fúnebre": "Por otra parte, como alivio de nuestras fatigas, hemos procurado a nuestro espíritu muchísimos esparcimientos. Tenemos juegos y fiestas durante todo el año, y casas privadas con espléndidas instalaciones, cuyo goce cotidiano aleja la tristeza".
[Aristófanes, Lisístrata, www.LibrosElectrónicosGratis.com; Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, Madrid, Gredos, 1990, 2 vols. I, pág. 451; Alexandrian, Historia de la literatura erótica, Barcelona, Planeta, 1990, págs. 12-16].

lunes, 28 de septiembre de 2009

La Profecía de Tiresias en La Odisea.

La historia de Ulises tal como la cuenta Homero es la celebración de un gran sobreviviente. El nombre de Odiseo (latinizado como Ulises) habla o bien de un vengador que inflige su maldición sobre otros o bien de la victima de una maldición, en este caso la de Poseidón, el colérico dios de los mares. Obstáculo insalvable para Odiseo: ¿cómo puede un héroe, así sea el más recursivo y el más resistente, regresar a casa a su reino en la isla de Ítaca, cuando el mundo de las aguas es regido por un dios vengativo que se niega a ser apaciguado?
La hermosa profecía de Tiresias es un ejemplo de integridad del genio homérico, como sagazmente señaló James Joyce. Vemos al aventajado Ulises caminando tierra adentro con un remo al hombro, que los hombres que ignoran el mar confunden con un bieldo.
"Pero, con todo, vengarás al volver las violencias de aquéllos. Después de que hayas matado a los pretendientes en su palacio con engaño o bien abiertamente con agudo bronce, toma un bien fabricado remo y ponte en camino hasta que llegues a los hombres que no conocen el mar ni comen la comida sazonada con sal; tampoco conoce éstos naves de rojas proas ni remos fabricados a mano, que son alas para las naves. Con que te voy a dar una señal manifiesta y no te pasará desapercibida: cuando un caminante te salga al encuentro y te diga que llevas un bieldo sobre tu espléndido hombro, clava en tierra el remo fabricado a mano y, realizando hermosos sacrificios al soberano Poseidón -un carnero, un toro y un verraco semental de cerdas- vuelve a casa y realiza sagradas hecatombes a los dioses inmortales, los que ocupan el ancho cielo, a todos por orden. Y entonces te llegará la muerte fuera del mar, una muerte muy suave que te consuma agotado bajo la suave vejez. Y los ciudadanos serán felices a tu alrededor. Esto que te digo es verdad".
[Homero, La Odisea, José Luis Calvo (ed.), Madrid, Cátedra, 11ª ed., 2000, págs. 204-205; Madrid, Gredos, 1982, págs. 173-174; James Joyce, Ulises, Francisco García Tortosa (ed.), Madrid, Cátedra, 2ª ed., revisada, 2001, págs. 99-133].

miércoles, 23 de septiembre de 2009

El naufragio perfecto de Grecia...

E. M. Cioran tiene duras palabras sobre la democracia y sus líderes en Historia y Utopía, y lo equipara al fracaso perfecto de Grecia, que para él parece que se esmeró en hacer de él un modelo para descorazonar a la posteridad. Libro duro, de una dureza que destila impotencia y desconfianza en el ser humano al mismo tiempo que comprensión a todo lo inhumano que hay en él, en un continuo juego de reflejos que nos mantienen de pie un día más, pero cuya catástrofe es su destino. Dice Cioran:
"A partir del siglo III antes de Cristo -dilapidada su sustancia, tambaleantes sus ídolos, dividida su vida política entre el partido macedonio y el partido romano-, para resolver sus crisis y poner remedio a la maldición de sus libertades, Grecia tuvo que recurrir a la dominación extranjera, aceptar durante más de quinientos años el yugo de Roma, viéndose empujada a ello por el mismo grado de refinamiento y de gangrena a que había llegado. Reducido el politeísmo a un montón de fábulas, había perdido su genio religioso y, con él, su genio político, dos realidades indisolublemente ligadas: poner en tela de juicio a los dioses es poner en tela de juicio a la ciudad que presiden. Grecia no pudo sobrevivir a sus dioses, como tampoco pudo roma sobrevivir a los suyos. Para comprobar que con su instinto religioso perdió su instinto político, bastará con mirar sus reacciones durante las guerras civiles: siempre del lado equivocado, (...) Las naciones cansadas de sus dioses, o de las que los dioses están hartos, mientras mejor legisladas estén, más riesgos corren de sucumbir. El ciudadano se pule a expensas de las instituciones; si deja de creer en ellas, no puede ya defenderlas".
[E. M. Cioran, Historia y Utopía, Barcelona, Tusquets Editores, 1988, págs. 81-82].

domingo, 20 de septiembre de 2009

Erotismo en Blasco Ibáñez.

Uno de los textos eróticos que más me gustan de Vicente Blasco Ibáñez (1869-1928), se encuentra en La Horda (1905), novela madrileña del estilo de la trilogía de Pio Baroja, La lucha por la vida (La Busca, La Mala Hierba y Aurora Roja), de la que hablaré en otro momento. Es una novela revolucionaria, en el sentido de otro modo de evolución, y aviso a las clases poderosas, cuya síntesis la encontramos al final de la misma, toma de atención a todos los que no veían al movimiento obrero como uno de los precursores del cambio social: "Alguna vez la horda dejaría de permanecer inmóvil. Los que entraban en Madrid al amanecer, se presentarían a mediodía. Ya no aceptarían los despojos; pedirían su parte: no tenderían la mano; exigirían con altivez"; pero vayamos al texto que nos gusta, descrito dentro de la capilla de un cementerio, pero nada anticlerical por la belleza del mismo:
“La luz de la vidriera envolvía a Feli. Era una faja de colores palpitantes, que abarcaba a la joven de pies a cabeza, haciendo temblar todo su cuerpo, como si estuviese formado con las tintas del iris.

-¡Qué bonita!- exclamó Maltrana con arrobamiento. -¡Si pudieras verte!... Tienes la falda verde y el pecho azul. Tu boca es de color naranja; una mejilla es violeta, y la otra ámbar. Parece que tengas claveles en la frente.

Feli permanecía inmóvil, sonriendo con femenil complacencia, gozosa de que su novio la viera tan bella. Sentía la caricia del rayo mágico del sol; entornaba los ojos, cegada por la ola de colores que palpitaba en sus ropas y en su carne. El halago de la coquetería disipaba su miedo al cementerio con esa facilidad que tienen las mujeres para el olvido cuando se sienten acariciadas en su vanidad.

Algo más que el contacto ardoroso de la luz sintió de pronto Feli. Su novio la estrujaba otra vez, pero con mayores arrebatos, sin que ella intentase resistir.

-Deja que bese ese amarillo de oro... Ahora, el morado; ahora, el azul... el rosa de tu frente... el heliotropo de tus labios... las violetas de tus ojos.

Caía los besos sobre ella como una lluvia sonora, con chasquidos de pasión, que agrandaba el eco del cementerio.

Feli envolvíase entre sus brazos, intentando en vano librarse de ellos. Al moverse, los colores cambiaban de sitio, pasando de una parte a otra de su cuerpo adorable. Todos los resplandores de la luz desfilaban por su boca. Maltrana no perdonó uno; quiso saborearlos todos, en medio de aquella gloria de colores que envolvía su amoroso grupo.

Feliciana cerraba los ojos, estremecida por el chaparrón de besos, vibrando su virgen sensibilidad con el apretón de los masculinos brazos, sintiéndose próxima a caer al suelo, como si las piernas temblorosas no pudiesen sostenerla, murmurando entre suspiros dulces:

-Basta... déjame... Que me matas; que grito... Asesino.

Por fin, pudo desasirse, y arreglándose el mantón, atusándose el pelo alborotado por los viriles apretones, fijó sus ojos en el novio, con una mirada, en la que había reproche y agradecimiento.”

[Vicente Blasco Ibáñez, La Horda, Valencia, F. Sempere y Compañía Editores, 1905, págs. 382 y 173-174].

jueves, 17 de septiembre de 2009

Cartas sobre la educación estética del hombre de Friedrich Schiller.

Friedrich Schiller (1759-1805) escribió "Kallias" y "Cartas sobre la educación estética del hombre" entre 1793-1795. Me gusta su visión de que el arte deviene en autónomo en cuanto crítica del proceso de enajenación del individuo con respecto a su carácter social, y, dentro de esa autonomía, será concebida su función de promocionar la idea de "humanidad". Lo recoge especialmente en su carta 19ª cuando afirma:
"Inevitables, infalsificables e inconcebibles, los conceptos de verdad y de derecho se presentan ya en la primera de la vida sensible, y sin que nadie pueda decir de dónde y cómo han surgido, los hombres se dan cuenta de la eternidad en el tiempo y de la necesidad de la sucesión del azar. Así surgen sensación y autoconciencia, sin la más mínima intervención del sujeto, y el origen de ambas se encuentran tan lejos de nuestra voluntad como del ámbito de nuestro conocimiento.
Pero si ambas son reales, si el hombre ha experimentado una existencia determinada por medio de la sensación, y si ha experimentado su existencia absoluta en virtud de su autoconciencia, despiertan entonces, junto con los dos impulsos fundamentales, también los objetos de esos impulsos. El impulso sensible despierta con la experiencia de la vida (con el nacimiento del individuo), el racional con la experiencia de la ley (con el nacimiento de la personalidad), y sólo entonces, una vez existen, se construye la humanidad del hombre. Hasta que esto no sucede, en el hombre sólo rige la ley de la necesidad; pero a partir de ese momento la naturaleza lo abandona, y dependerá de él afirmar aquella humanidad que la naturaleza puso e inauguró en él. Porque en cuanto dos impulsos fundamentales contrapuestos actúan en el hombre, pierden ambos su carácter coaccionante, y la contraposición de dos necesidades da origen a la libertad."
[Friedrich Schiller, Kallias. Cartas sobre la educación estética del hombre, Barcelona, Anthropos, 1999, págs. 278-279].

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Apología de Sócrates

Hay dos discípulos de Sócrates (470 a. C- 399 a.C) que comentan su Apología, uno es Platón (427 a.C-347 a.C) y el otro Jenofonte (431 a. C-354 a.C). Para Karl Popper la obra de Platón es la obra filosófica que más le gusta de todas las escritas. Y le gusta porque habla de un ser humano, modesto y valiente a la vez, que consciente de sus limitaciones, y no sabio, pero sí crítico con la jerga altisonante y amigo de sus congéneres además de buen ciudadano. Este diálogo es la defensa de Sócrates, acusado de menospreciar a los dioses de su patria y de corromper a la juventud. Fueron dos las causas de la acusación, la de considerar a Sócrates un sofista, y de ser partícipe de la educación de Alcibíades y Critias, personajes destacados en la derrota de Atenas y de la tiranía de los Treinta. Sócrates defiende su dignidad frenta a las acusaciones de Ánito, Meleto y Licón, sinceramente su disposición es mantenerse fiel a sus principios de siempre, a los que enseñó y a los que sus actos siguieron; y forzó al no querer que sus discípulos pagaran la multa ni el destierro, su muerte. Me gusta su explicación de su sabiduría:
"(...) pensaba para mis adentros que yo era más sabio que este hombre. Y es que, en realidad, corremos el riesgo de no saber nada bello y bueno ninguno de nosotros, pero ése, en verdad, cree saber algo sin saberlo, mientras que yo, como en efecto no lo sé, ni siquiera creo saberlo. (...) parece que yo, al menos, soy más sabio que ése, porque lo que no sé, ni siquiera creo saberlo".
En definitiva Sócrates piensa que el más sabio es el que se da cuenta de lo poco que sabe realmente, y no aquel, que sin humildad por saber algo, cree saberlo todo.
[Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, Barcelona, Edicomunicación, 1986, págs. 241-253; Platón, Apología de Sócrates. Critón. Fedón, María Luz Prieto (ed.), Madrid, Akal, 2005, págs. 33-78, (cit., pág. 43); Karl Popper, En busca de un mundo mejor, Barcelona, Paidós, 1994, pág. 225].

viernes, 4 de septiembre de 2009

Una fábula de Samaniego.



CONGRESO DE LOS RATONES

Desde el gran Zapirón, el blanco y rubio,
Que después de las aguas del diluvio
Fue padre universal de todo gato,
Ha sido Miauragato
Quien más sangrientamente
Persiguió a la infeliz ratona gente.
Lo cierto es que, obligada
De su persecución la desdicha,
En Ratópolis tuvo su congreso.
Propuso el elocuente Roequeso
Echarle un cascavel, y de esa suerte
Al ruido escaparían de la muerte.
El proyecto aprobaron uno a uno,
¿Quién lo ha de ejecutar? eso ninguno.
Yo soy corto de vista.- Yo muy viejo-
Yo gotoso, decían. El concejo
Se acabó como muchos en el mundo.
Proponen un proyecto sin segundo:
Lo aprueban: hacen otro. ¡Qué portento!
Pero ¿la ejecución? Ahí está el cuento.

[Félix María de Samaniego, Fábulas, Ernesto Jareño (ed.),
Madrid, Castalia, 1969, págs. 104-105].

jueves, 3 de septiembre de 2009

Los clásicos y Tomás de Iriarte.

Fábula IV: Fácilmente se luce con citar y elogiar a los hombres grandes de la antiguedad; el mérito está en imitarlos.

La abeja y los zánganos.

A tratar un gravísimo negocio
Se juntaron los zánganos un día.
Cada cual varios medios discurría
Para disimular su inútil ocio;
Y por librarse de tan fea nota
A vista de los otros animales,
Aun el más perezoso y más idiota
Quería, bien o mal, hacer panales,
Más como el trabajar les era duro,
Y el enjambre inexperto
No estaba muy seguro
De rematar la empresa con acierto,
Intentaron salir de aquel apuro
Con acudir a una colmena vieja,
Y sacar el cadáver de una Abeja
Muy hábil en su tiempo y laboriosa;
Hacerla, con la pompa más honrosa,
Unas grandes exequias funerales,
Y susurrar elogios inmortales
De lo ingeniosa que era
En labrar dulce miel y blanca cera.
Con esto se alababan tan ufanos,
Que una Abeja les dijo por despique:
<<¿No trabajáis más que eso? Pues, hermanos,
Jamás equivaldría vuestro zumbido
A una gota de miel que yo fabrique>>.
¡Cuántos pasar por sabios han querido
Con citar a los muertos que lo han sido!
¡Y qué pomposamente que los citan!
Mas pregunto yo ahora: ¿los imitan?



[Fábulas Literarias de Tomás de Iriarte, Jaime Fitzmaurice-Kelly (ed.), Oxford, Universidad, 1917, pág. 4].

domingo, 30 de agosto de 2009

Roberto Matta: agitar el ojo antes de mirar.



Recuerdos surrealistas

"En 1935, Matta se hallaba en Granada, en casa de Federico García Lorca, en compañía de algunos amigos. Desde el umbral de su casa, Lorca conversaba con un compañero, que se encontraba en una habitación del primer piso, vistiéndose para reunirse con él.
-¡Federico!- gritaba el amigo de Lorca por la ventana abierta- ¿Qué camisa me pongo? ¿La azul de seda o la blanca?
- Ponte la azul -respondía Lorca.
-¿Y los pantalones?
- ¡Ponte los negros!
- ¿Y la americana?
El diálogo continuaba desde la calle a la habitación, componiendo la vestimenta del amigo invisible.
-¡No te olvides del sombrero beige!
Pero cuando el personaje acabó de vestirse, apareció ante la puerta sin sombrero, con la camisa blanca y un traje de franela, como todo el mundo. Ninguno de aquellos jóvenes españoles parecía sorprendido de que su amigo se hubiese vestido como cada día y, al mismo tiempo, con un traje imaginario. Lo cotidiano real fue acogido con tanta naturalidad como la realidad poética; algo que, sin duda -comentaba Matta al referirse a esta historia o a otras semejantes- es la esencia de la poesía viva de los pueblos de España, donde lo concreto no está al servicio de la imaginación, ni al revés, sino que la vida concreta y la de la imaginación coexisten, se corresponden y, en cierta manera se turnan".

[Marcel Jean, Histoire de la Peinture Surréaliste, París, Ed. du Sevil, 1959].

sábado, 29 de agosto de 2009

Testimonio de los antiguos clásicos en favor de la necedad.


El Humanista Erasmo de Rotterdam (1467-1536) escribe Laus stulticiae (Elogio de la necedad) entre 1508-1509, conocida luego bajo el título de Elogio de la locura. Voy a copiar su capítulo LXII titulado: "Testimonio de los antiguos clásicos en favor de la necedad: Horacio, Homero, Cicerón", que dice lo siguiente:
"En primer lugar, todo el mundo, gracias a un conocidísimo proverbio, que a falta de una cosa, conviene aparentar que se tiene. En virtud de este principio, se enseña cuerdamente a los niños esta máxima: Hacerse el tonto en la ocasión es el colmo de la sabiduría. ¡Juzgad ya vosotros mismos si la necedad será un gran bien, hasta cuando su engañosa sombra y mera imitación ha merecido de los doctos tantos encomios!
Horacio, aquel grueso y rozagante cerdo de la piara de Epicuro, se expresa todavía con franqueza, cuando aconseja que se mezcle la necedad con sabiduría, aunque añade, no con mucho acierto, que en pequeña proporción. En otra parte dice que es agradable tontear de cuando en cuando, y agrega en otro pasaje que es preferible pasar por extravagante y por menguado, que no por sabio desabrido. Ya en Homero, Telémaco, a quien el poeta ensalza en todos respectos, es apellidado algunas veces párvulo, que es con el que los trágicos suelen denominar con gusto a los niños y a los jóvenes, como cosa de buen augurio. ¿Qué relata, en resumidas cuentas, el divino poema de la Ilíada sino las pasiones de los reyes y de los pueblos necios? Por último, ¿qué elogio hay más hermoso que el de Cicerón, cuando dice que el mundo está lleno de necios, sabido, como es, que el mayor bien es el que se extiende a mayor número de personas?



jueves, 27 de agosto de 2009

La Ilíada y Shakespeare

Shakespeare escribe un drama Troilo y Crésida (1601-1602), cuyo transfondo es la Ilíada de Homero. Aquí vemos la más complicada figura de Ulises que conocemos, para el crítico Harold Bloom: "El Ulises de Shakespeare, parodia de todos los políticos, ni miente ni dice la verdad sino que habla de las cosas del mundo, y esta es una de las cualidades pragmáticas que hace de Troilo y Crésida quizás la más compleja de las obras de Shakespeare". Personalmente también me parece un drama complicado, donde la figura principal no es el héroe semidios Aquiles, sino el más tardío hombre Ulises (Odiseo en griego), héroe de La Odisea. Ya hablaremos largo y tendido de esta obra, mucho más entretenida y contemporánea nuestra que la Ilíada.
Pero me llama la atención del drama de Shakespeare un monólogo de Crésida sobre el amor, que dice: "Las mujeres son ángeles en tanto que se les hace la corte; una vez conseguidas, las cosas pierden su precio. El alma del placer está en la persecución. La mujer amada no sabe nada si no sabe que los hombres estiman lo que no han conseguido en más de lo que vale. Aún está por nacer la mujer que ha encontrado tantas dulzuras en el amor triunfante como en el amor suplicante. De la experiencia del amor es de donde extraigo esta máxima: <<El que ha conseguido es un amo; el que no ha conseguido es un esclavo>>; así que, aun cuando mi corazón se sienta dichoso de otorgarle un fiel amor, mis ojos no lo darán a entender".
A mí, que personalmente me atrae la figura femenina como el conocimiento por excelencia, recuerdo lo que Octavio Paz decía de un poeta: "Para Rubén Darío, como para todos los grandes poetas, la mujer no es solamente un intrumento de conocimiento, sino el conocimiento mismo. El conocimiento que no poseeremos nunca, la suma de nuestra definitiva ignorancia: el misterio supremo". Con lo que afirmo que la figura femenina representada por Shakespeare es igual de universal que la que vemos hoy día en nuestro mundo. Hic et nunc.
[Harold Bloom, Genios, Barcelona, Anagrama, 2005, pág. 608; William Shakesperare, Obras Completas, Madrid, Aguilar, 2003, 2 vols. II, pág. 570; Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Enrico Marco Santí (ed.), Madrid, Cátedra, 8ª ed., 2002, pág. 204].

martes, 25 de agosto de 2009

Ascenso material y descenso moral en Lázaro de Tormes.



Toda la imágen de hambruna, desolación y miseria que esconde la picaresca española en la obra Lazarillo de Tormes, se puede sintetizar en una frase que encontramos en el Tratado Primero, dice:
"Huelgo de contar a Vuestra Merced estas niñerías, para mostrar cuánta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos, y dejarse bajar siendo altos, cuánto vicio".
Esta frase nos lleva a la última del Prólogo, en la justificación que hace el personaje de sus andanzas y de su buena fortuna, al final del libro: "(...) y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria con fuerza y maña remando salieron a buen puerto".
En nota a pie de página nos hace saber el editor que esta idea describe perfectamente la estructura de la obra: ascenso material y descenso moral. Y así es si vemos las desventuras de Lázaro, que terminan cuando se asienta con un alguacil y...
"En ese tiempo, viendo mi habilidad y buen vivir, teniendo noticia de mi persona el señor Arcipreste de San Salvador [Iglesia parroquial de Toledo], mi señor, y servidor y amigo de Vuestra Merced, porque le pregonaba sus vinos, procuró casarme con una criada suya. Y visto por mí que de tal persona no podía venir sino bien y favor, acordé de lo hacer. Y así, me casé con ella, y hasta ahora no estoy arrepentido. Porque allende de ser buena hija y diligente, servicial, tengo en mi señor arcipreste todo favor y ayuda. Y siempre en el año le da, en veces, al pie de una carga de trigo; por las Pascuas, su carne; y cuando el par de los bodigos, las calzas viejas que deja. E hízonos alquilar una casilla par de la suya. Los domingos y fiestas casi todas las comíamos en su casa.
Mas malas lenguas, que nunca faltaron ni faltarán, no nos dejan vivir, diciendo no sé qué y sí sé qué, de que ven a mi mujer irle a hacer la cama y guisalle de comer. Y mejor les ayude Dios que ellos dicen la verdad (...) Señor -le dije-, yo determiné de arrimarme a los buenos. Verdad es que algunos de mis amigos me han dicho algo deso, aún por más de tres veces me han certificado que antes que conmigo casase había parido tres veces (...) Entonces mi mujer echó juramentos sobre sí, que yo pensé que la casa se hundiera con nosotros. (...) Y así quedamos todos tres bien conformes (...) antes, cuando alguno siento que quiere decir algo della, le atajo y le digo:
-Mira, si sois amigo, no me digáis cosa con que me pese, que no tengo por mi amigo al que me hace pesar. Mayormente, si me quieren meter mal con mi mujer, que es la cosa del mundo que yo más quiero, y la amo más que a mí, y me hace Dios con ella mil mercedes y más bien que yo merezco. Que yo juraré sobre la hostia consagrada que es tan buena mujer como vive dentro de las puertas de Toledo. Quién otra cosa me dijere, yo me mataré con él".
[Lazarillo de Tormes, Joseph V. Ricapito (ed.), Madrid, Cátedra, 11ª ed., 1983, págs. 96-97, 110, 201-204].

lunes, 24 de agosto de 2009

Erich Fromm y Julian Green....




Erich Fromm en su excelente capítulo IV: "Los dos aspectos para la libertad en el hombre moderno", de su magnífico libro El miedo a la libertad, aclara los pensadores y escritores que predestinaron la forma de actuación "alienada" del hombre moderno. Kierkegaard describe al individuo desamparado, atormentado y lacerado por la duda, abrumado por el sentimiento de su soledad e insignificancia. Nietzsche tiene la visión nihilista del superhombre, negación del individuo insignificante y sin meta que observaba en la realidad. El tema de la impotencia del hombre moderno la expresa mejor que ningún otro Franz Kafka en El castillo donde un hombre quiere hablar con los misteriosos habitantes de un castillo, que se supone le dirán todo lo que tiene que hacer y cuál es su lugar en el mundo. Toda la vida de ese individuo se resume en sus frenéticos esfuerzos por alcanzar a esas personas, sin lograrlo nunca: al final queda solo, con el sentimiento de su total desamparo y futilidad. Pero lo que me interesa de este razonamianto es el sentimiento de aislamiento que coje Fromm de la obra de Julian Green Personal Record, (1928-1939):

"Sabía que nosotros significábamos poco en relación con el universo, sabía que no éramos nada; pero el hecho de ser nada de una manera tan inconmensurable me parece, en cierto sentido, abrumador y a la vez alentador. Aquellos números, aquellas dimensiones más allá del alcance del pensamiento humano nos subyugan por completo. ¿Existe algo, sea lo que fuere, a que podamos aferrarnos? En medio de este caos de ilusiones en el que estamos sumergidos de cabeza, hay una sola cosa que se erige verdadera: el amor. Todo el resto es la nada, un vacío hueco. Nos asomamos al inmenso abismo negro. Y tenemos miedo".

[Erich Fromm, El miedo a la libertad, Barcelona, Paidós, 6ª reimp., 1982, pág. 158].

martes, 18 de agosto de 2009

Fortuna y desgracia en Maquiavelo....



Nicolás Maquiavelo termina su opúsculo renacentista De Principatibus (El Príncipe) el 10 de diciembre de 1513, interrumpiendo la redacción de Los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, por eso podemos afirmar la diversidad radical del planteamiento ideológico entre estas dos obras, la primera teniendo como protagonista a un monarca, ya se refiera a un rey, a un señor, a un jefe o a un caudillo militar capaz de gobernar un Estado; mientras la que interrumpe tiene un espíritu convencidamente republicano. De Principiatus fue editada por primera vez en Roma, cinco años depués del fallecimiento de su autor en 1532. Fue duramente criticada, incluso incluida en el Índice de Libros Prohibidos, promoviendo una literatura antimaquiavélica desde el campo católico y el protestante. En España este antimaquiavelismo va desde el padre Rivadeneyra a Mariana, a Quevedo, a Saavedra Fajardo y a Gracián que va unido al movimiento ideológico europeo de ese tiempo (Reforma y Contrarreforma).
Se le puede atribuir a Maquiavelo el descubrimiento de una ciencia política autónoma, independiente de los antiguos principios generales y al margen de cualquier consideración moral, cuya guía son la utilidad, la virtud (fuerza, astucia, fortuna y audacia) y el valor. Lo que hace es limitarse a describir lo que los hombres hacen realmente, no lo que deberían hacer, es decir, lo que son, no lo que deberían ser. Voy a señalar un párrafo que me atrae del penúltimo capítulo, titulado: "Influencia de la Fortuna y modo de contrarrestarla", en él afirma lo siguiente:
"(...) creo que es feliz quien adapta su modo de proceder a los tiempos que corren, como es infeliz quien vive en desacuerdo con su tiempo. Porque vemos cómo los hombres proceden de modo diferente para lograr sus fines, es decir, la gloria y las riquezas; los unos con la paciencia, los otros con lo contrario; y cada uno puede llegar con medios tan opuestos. De dos seres igualmente prudentes, el uno obtiene lo que desea y el otro no; de la misma manera, dos prosperan igualmente con medios desemejantes, siendo el uno paciente y el otro impetuoso; todo ello no tiene otro origen que la cualidad de los tiempos, conformes o no con la conducta de cada uno. De donde nace lo que ya hemos dicho: que dos personas, actuando de modo diferente, alcanzan el mismo efecto; y dos que obran de la misma manera llegan a diferentes fines".
[Nicolás Maquiavelo, El Príncipe, Barcelona, Planeta, 1983, págs. 116-117].